lunes, 20 de agosto de 2012

Moralina Con Alma Progresista

Resulta interesante analizar el desglose del proceso judicial que tiene al australiano Julian Assange, creador y cerebro del sitio virtual Wikileaks, refugiado por estos días en la embajada ecuatoriana en el Reino Unido. No el que Estados Unidos pretende formularle por revelar datos de su gobierno que ese país considera confidenciales -el cual además es inaceptable desde el punto de vista de la libertad de expresión y del derecho a la información-, sino el que se ha levantado en su contra en Suecia, por abuso sexual a dos mujeres, y que muchos aseveran se trataría de una fachada que habrían montado en conjunto tanto la administración nórdica como la norteamericana, con el propósito de generar sospechas en la opinión pública acerca del encartado de marras, de que a fin de cuentas estaríamos en presencia de un simple delincuente, y de ese modo bajar la tensión sobre el verdadero motivo que esconde esta persecución legal.

Es interesante acotar de que la denuncia estampada en Suecia por las mencionadas mujeres, se debe a que Assange habría sostenido un coito con ellas sin haber empleado preservativo, lo que en efecto en ese país se considera un abuso, si al final se comprueba que la afectada no consintió una relación bajo tales condiciones. Muchos destacan que dicha consideración es propia de una cultura considerada avanzada y democrática, en términos del progresismo socialdemócrata, donde prima el bienestar social por encima de la atención en la moralidad individual de cada persona -que además allá sería muy relajada-. Dentro de este aspecto del desarrollo, se incluyen los logros obtenidos por las féminas en materia de igualdad de género, entre los que se cuenta una conquista impensable para quienes han sido criados en otras latitudes, como es la acusación que enfrenta el fundador de Wikileaks -y que fue similar a la formulada contra el tenor chileno Tito Beltrán hace unos años atrás-. En resumen, en base a las características que han hecho conocida a esta nación nórdica en el resto del mundo, esto no debiera interpretarse como un capricho de mojigatos; sino que, muy por el contrario, es la expresión más simbólica de un pueblo que ha llegado a los estándares más altos de la civilización. Por lo tanto no son ellos quienes están alejados de la realidad, sino nosotros, quienes empuñamos el estandarte de lo primitivo obnubilados por una mayoría que en su conjunto no ha alcanzado las máximas cuotas de progreso.

Sin embargo, la realidad indica que este componente del marco legal sueco habría sido inconcebible de no existir en el país un pilar cultural aún más ancestral y por ende más significativo, como es el hecho de que este pueblo abrazó la Reforma de Lutero casi desde el primer instante en que se divulgó, admitiendo toda su carga de moral sexual que conllevaba. La misma que por ejemplo en Inglaterra o Estados Unidos ha impulsado la formación de grupos militantes de cristianos evangélicos que se oponen de manera tenaz al aborto -incluso en su variante terapéutica-, al matrimonio homosexual o al relativismo. Cierto que mediatizado por el ya citado progresismo socialdemócrata, que en este caso permite optar por la protección de un género que socialmente aparece como el más débil, en lugar de la tendencia castigadora que se manifiesta en las costumbres anglosajonas. Pero que conduce a destinos semejantes. Así, si en la federación gringa Bill Clinton estuvo a pasos de caer en desgracia por el desliz que sostuvo con Monica Lewinsky, ahora Assange se ve obligado a responder por un coito que siempre consideró ocasional sin ninguna consecuencia -amorosa- posterior. Cabe notar que en ambos casos se condena la práctica de tomar el sexo con ligereza desprendiéndolo del entorno de la familia bien constituida. En uno, la consecuencia es el escándalo público; en el otro, los eventuales perjuicios para la contraparte. Y en ninguno de los dos el supuesto victimario, que siempre es varón, sale victorioso o con la posibilidad de vanagloriarse de su virilidad, como quizá hubiese acaecido en algún territorio católico o musulmán.

Como conclusión, se podría aseverar que lo experimentado por Julian Assange con el derecho sueco se debe a una "magia todavía más antigua" por citar al León de Las Crónicas de Narnia. Esa misma que ha ido de la mano con el progresismo vivido en ese país a contar de la década de 1930. Y del que la iglesia evangélica nacional, de confesión luterana, ha sido un actor preponderante, pues el embrión teórico del Estado de bienestar empezó a mediados del siglo diecinueve con la teología social reformada surgida por esos lares y que sirvió de inspiración para que a su vez los católicos latinoamericanos impulsaran la teología de la liberación. De nuevo, los acontecimientos se pueden explicar con el empleo de viejos pero igualmente contundentes antecedentes, donde todo comienza en lo que un magnánimo pensador católico, Tomás de Aquino, denominó como la causa primera: Dios.


                                                                                                     

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