domingo, 5 de febrero de 2012

El Dinero del Jeque

Durante los últimos días, los mayores líderes políticos y económicos de la Unión Europea han salido a mendigar dinero con el propósito de solventar sus alicaídas arcas y de este modo superar una crisis financiera que a cada momento se presenta como más abismal, con aumentos descomunales de desempleo y de medidas de ajuste cuya máxima consecuencia es justamente el aumento sostenido de la desocupación. En su desesperada búsqueda, dichos dirigentes no han escatimados esfuerzos en olvidar, siquiera por algunos instantes, su tradicional tendencia y orgullo racial, y no han tenido reparos en humillarse frente a países a los cuales siempre despreciaron y trataron de subyugar. Así, China, la India o Rusia ya han visto frente a sí a los otrora engreídos señores de gustos refinados, arrodillarse en medio de lastimeros ruegos, con la finalidad de conseguir siquiera unos centavos de préstamo, sin reparar en la tasa de interés. Ahora le tocó el turno a los jeques de Arabia Saudita, unos de los más cerrados y represivos Estados musulmanes, que no obstante cuenta con el siempre apetecido privilegio de ser uno de los aliados más significativos de Estados Unidos.

Desde los albores de la diplomacia, siempre han existido dos clases de extranjeros: el empresario que viene a invertir o gastar buena parte de su caudal monetario y el inmigrante que llega en busca de una mejor situación económica. Al primero se lo recibe con los brazos abiertos y se habla de su tierra de procedencia con una mezcla de frivolidad y exotismo, mientras que al segundo se le acusa de robar empleos y de ser un sucio integrante de una raza inferior. Y esto aunque ambos especímenes pertenezcan al mismo colectivo nacional, étnico o religioso. En tal sentido los musulmanes no constituyen la excepción y si por una parte los habitantes de fe islámica que copan las periferias de las principales ciudades europeas son vistos como unos terroristas fanáticos e ignorantes que pretenden imponer su restrictiva concepción de la sociedad a base de atentados sangrientos, por otra los jeques que adquieren clubes de fútbol o empresas de mediano tamaño son tratados con un dejo de simpatía en los medios masivos de comunicación. Desde luego, los entusiasmados pasan por alto el hecho de que tal vocablo define menos a un sujeto acaudalado que a una especie de título nobiliario, que lo portan personas que son una suerte de guardianes culturales y espirituales en sus tierras de origen. Es decir, que se sienten llamados a preservar el orden establecido, incluyendo la serie de normas coercitivas del credo que profesan, a las que además consideran imprescindibles e indisolubles con la idiosincrasia nacional.

Y aquí viene lo curioso. Porque los mentados jeques casi siempre vienen de países donde se practican aquellas formas del islam que más inquietan a los individuos de formación cristiana occidental liberal, que para colmo cuentan con sistemas políticos autoritarios, a saber: Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Omán o Bahrein. También Arabia Saudita, una monarquía absoluta donde las mujeres no existen ni siquiera en la vida cotidiana, y sobre la cual arrecian denuncias por abusos a los derechos humanos que incluyen desapariciones forzadas y tortura. No obstante, estamos ante aliados estrechos y estratégicos de Estados Unidos, lo que se transforma en una garantía, no sólo frente al gigante norteamericano sino igualmente Europa, de que todo lo que provenga de tales tierras es bueno, más si viene acompañado de un gordo fajo de billetes. Cabe acotar que el prestigio de estas naciones ha aumentado de manera significativa tras los resultados de la llamada "primavera árabe", en desmedro de opciones en ciertas ocasiones casi igualmente autoritarias, pero que al menos no contaban con el peso de la religión tan encima -Libia, Siria, Irán-. Mucha gente cree que, porque colocan enormes cantidades de dinero sobre la mesa y no suelen expresar sus inclinaciones espirituales en público, estos tipos son personas generosas y desinteresadas, cuando la realidad permanecen callados con el afán de concretar el negocio, que ya con los bienes amarrados en el puño propio llegará la ocasión precisa de dar a conocer las verdaderas intenciones (que lo más seguro, es que constituyan una mezcla de ambiciones económicas y políticas y proselitismo religioso). No faltarán quienes piensen así de los saudíes, aunque lo más probable es que ellos, antes de aprobar el préstamo, exijan una cláusula donde se estipule el término de toda crítica oficial a su sistema, logro ya satisfecho parcialmete merced a las buenas relaciones con los norteamericanos.

En palabras simples, estos jeques son el equivalente a los místeres norteamericanos que traían sus grandes compañías a invertir en América Latina, con la certeza de que obtendrían suculentas ganancias a costa de la nula protección a los trabajadores y la complacencia de gobiernos conformados por dictaduras militares, oligarquías corruptas o ambas cosas.  Es de advertir que esta mezcla de empresarios y nobles musulmanes son muy cercanos tanto a los gobiernos como a los líderes religiosos de sus países de origen; y su desembarco masivo podría ser la antesala de un proyecto bastante más ambicioso, que busque aumentar la influencia de estas naciones en Occidente y por su intermedio en el mundo, no sólo en términos políticos, ya que en estos lugares se practica una variante del islam que concibe la esfera pública unida de manera indisoluble a la práctica de la fe, que también es pública y abarca además todos los aspectos personales del sujeto. Son éstos los individuos a los cuales se precisa observar con mayor celo y no los seguidores rasos de un credo, por muy exaltados que los últimos parezcan. Cabe señalar que el factor pecuniario ha sido una importante causa de la extensión y la universalidad adquirida por determinados pensamientos religiosos de la historia: primero con el cristianismo, luego con las expresiones orientales y en las épocas posteriores con algunas sectas delirantes como la Cienciología o la Teosofía. A menos que despertemos, ahora será el tiempo del islam.


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