domingo, 19 de febrero de 2012

Los Guardaespaldas de Whitney

¿De qué sirve que en el obituario de una persona mencionen que creció en el seno de una congregación evangélica, que su vida pública dejó entrever la influencia de los principios cristianos, o que jamás abandonó a la mencionada comunidad: si al final dicho sujeto acaba de manera similar a un Jim Morrison, una Janis Joplin, un Jimi Hendrix o un Kurt Cobain? Es una pregunta que se puede formular a propósito de los funerales de Whitney Houston, la cantante y actriz de raza negra hallada muerta en un hotel hace una semana. En sus exequias, celebradas en el templo bautista donde pasó buena parte de su infancia y adolescencia, intervinieron familiares y algunos artistas, pero también muchos miembros que conocieron a la recién fallecida, además de varios pastores. Estos últimos, entre las anécdotas que se suelen recordar en esta clase de eventos, insistieron en que la mentada Houston consiguió perfeccionar su registro vocal merced a su participación en el coro eclesiástico, y que llegó a la fama entonando temas que en realidad son variantes del góspel. Ninguno se acordó que, al igual que los músicos antes citados, la causa de muerte de esta devota mujer habría sido una sobredosis, en esta ocasión de pastillas para controlar la ansiedad, que de acuerdo, habían sido recetadas por un médico, pero que constituyen droga al fin, fuera de haber sido ingeridas en mayor cantidad a la recomendada.

¿Cuál es la motivación que lleva a los cristianos a tratar a la intérprete de la canción central de "El Guardaespaldas", con una suavidad que no se ve en otros casos? Bueno: algunos antecedentes ya se pueden rastrear en el párrafo anterior. Whitney jamás dejó de mencionar a su familia y lo feliz que había sido su infancia junto a sus padres y hermanos consanguíneos, asunto que en la cultura evangélica norteamericana ya es un factor de peso a considerar. Pero igualmente, nunca renegó de la iglesia bautista a la cual asistía de pequeña, precisamente junto con sus progenitores, a la cual le reconoció muchas enseñanzas, no sólo en el ámbito musical, sino también en el aspecto ético. Una expresión de gratitud que coincide con la orientación que desde el principio adquirió su carrera artística, centrada de manera casi exclusiva en temas inspirados en el góspel y que trataban sobre el amor de pareja -honesto, serio, con afanes matrimoniales y sin la más mínima alusión de carácter sexual-, ese inacabable filón comercial que los sellos de todo el mundo han explotado a la perfección, ya que las alabanzas a Dios no generan grandes ventas. En América Latina lo conocemos a través de la "balada romántica pop", proveniente del bolero, que a su vez es una distorsión de los antiguos cantos folclóricos "a lo humano y a lo divino" (donde "lo humano" representa la erotomanía). En Estados Unidos, país más imbuido por el puritanismo, esta imagen del príncipe azul -que arriba con la promesa de una casa grande y muchos hijos- en la práctica remplaza a la del Señor, tornándose una especie de delegado.      
                                                                                                                                                         
Por lo cual, como conclusión, podemos aseverar que las intervenciones de la Houston son representativas de una suerte de sociedad ideal en términos conservadores. Una situación muy parecida a lo que ocurría con Michael Jackson, aunque en este caso la opinión pública trató con bastante ambigüedad a su padre, un  tipo que acudió al maltrato como vía para instruir a su esposa e hijos, no por esa característica sino porque él era testigo de Jehová, corriente heterodoxa no sólo del evangelismo, sino del cristianismo en general. Distinto a lo que acontecía, por ejemplo, con Jim Morrison, vástago de un coronel, quien cada vez que le preguntaban por sus padres, respondía que "están muertos", además de atacar siempre que tenía la oportunidad, todos los valores morales de los norteamericanos, y de sentirse orgulloso de ser un desenfrenado sexual. En Whitney, en cambio, jamás se escuchará una palabra de objeción a la nación estadounidense ni a sus creencias. Y dato aparte, ya que se citó a Jackson, es interesante acotar que ambos eran de raza negra, grupo étnico especialmente vapuleado a través de la historia por las autoridades tanto políticas como económicas y a veces hasta eclesiásticas del gigante del norte. Por lo que al exhibirlos como una amalgama de lo correcto, además se podía entregar un mensaje: incluso los agredidos son capaces de olvidar las protestas y el odio, y aceptar el recto camino.

Con el propósito de matizar las circunstancias que han rodeado la muerte de la Houston -y afirmar sin temor a caer en el auto engaño, de que la cantante ahora está en el cielo-, muchos han recalcado el hecho de que era una persona sana a quien su primer marido -del cual se habría sabido divorciar a tiempo- la introdujo en el mundo de las drogas, insistencia que llevó a una horda de fanáticos de la occisa a intentar golpear al pobre tipo mientras se encontraba en un aeropuerto. Bueno: cabría recordarles a aquellas personas que la condenación es tan personal como la salvación. Pero aún aceptando que la intérprete se encontraba completamente limpia de sustancias ilícitas, queda la opción de que su fallecimiento se debió a drogas legales, y en una cantidad mayor a la prescrita. Lo cual, en ambos casos, se conoce con el mismo nombre: sobredosis; simplemente porque se trata del mismo procedimiento. Quienes defienden a Whitney, deben admitirlo, son incondicionales de su música, que la siguen por su origen y los valores que supuestamente representaba. Y que se niegan a aceptar lo que ha pasado por la naturaleza de los acontecimientos. En fin: al menos Morrison, Hendrix, J. Joplin, Cobain o Mercury murieron en su ley, y aunque se les pueda acusar de pecadores, en caso alguno se les puede tachar de inconsecuentes.

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