domingo, 22 de mayo de 2011

Bromista en la Oscuridad

En la ceremonia de clausura del festival cinematográfico de Cannes, el realizador danés Lars Von Trier osó emitir la declaración irreverente de rigor y no halló nada mejor que expresar admiración por Hitler y algunas obras que éste llevó a cabo: eso sí, aclarando que el antisemitismo y los campos de concentración no se encontraban entre ellas; aunque a la vez, valorando la capacidad que tuvo el líder del nazismo para unir al pueblo alemán en pos de una causa común, precisamente la justificación ideológica que impulsó al exterminio de los judíos. Como era de esperar, los principales medios de comunicación europeos reprodujeron con prolijidad esta sarta de opiniones, recordando al mismo tiempo que, por el carácter despiadado que adquirió el régimen del jerarca germano, es que todos los países del Viejo Continente que padecieron la Segunda Guerra Mundial han tipificado un delito, la apología del nacionalsocialismo, que precisamente habría cometido el autor de "Manderlay" y "Bailarina en la Oscuridad", al espetar tamañas atrocidades.

Muchos han aseverado que el festival de Cannes, por su glamur y su tendencia a estrenar súper producciones, es una especie de intento de Europa por emular a Hollywood. Con la gran diferencia que este evento se rige por los cánones de las élites culturales del Viejo Mundo. Que en consecuencia, permiten que compitan en el certamen -y lo ganen- mayormente aquellos filmes que han sido censurados en sus países de origen, o les significan la persecución judicial a sus directores, o denuncian una delicada situación que los gobernantes de sus respectivas naciones no desean que se dé a conocer. En resumidas cuentas, nos hallaríamos frente a una suerte de Óscar político, que por esta última característica, tiene ciertos aspectos en común con otro galardón artístico de alcance mundial que tampoco ha estado exento de polémica: el Nobel de Literatura. Ambos se dan en lugares que se vanaglorian de ser baluartes históricos de la democracia y el respeto a las libertades individuales, eso sí a la europea, lo que significa que dicho eslogan no es comparable con su similar que se profesa en Estados Unidos, y que Bush repitió hasta el nivel de la inconsecuencia (bueno: en realidad la imagen de Suecia es la de un ejemplo de Estado de bienestar; pero muchos teóricos aseguran -y la verdad es que están en lo cierto- que si los ciudadanos no obtienen beneficios de parte de sus administradores éstos finalmente no se encontrarían en condiciones de ejercer su derecho a la libre expresión). Toda esta parafernalia conlleva que, en la ceremonia de clausura, o en alguna entrevista -de preferencia cerca del término de la edición del festival- uno que otro realizador lance escupitajos de eso que los amantes del cliché llaman "lo políticamente incorrecto", con el propósito de llamar la atención (en su mayoría, son tipos que saben que su película no está entre las mejores y por ende no se llevarán ninguna Palma de Oro) y darle alimento a la prensa acreditada, la cual, al igual que en todo espectáculo donde la imagen prima sobre la sustancia -si bien lo exhibido en Cannes aún suele ser de buena calidad-, se comporta como el más vulgar de los magacines rosa.

Por ahí, algunos noticiarios apuntaron que sus apologías del nacismo o sus insultos antisemitas perjudicaron las carreras de otros artistas, que debieron pedir disculpas públicas por el desaguisado. La verdad es que la mayoría de esas declaraciones fueron emitidas con una buena dosis de alcohol en la sangre, quizá la única manera, en la actualidad, que alguien instruido puede llegar a defender lo obrado por Hitler (bueno: salvo que se pertenezca a una pandilla neonazi; pero ahí hablamos de personas que no se caracterizan por mostrar niveles siquiera medios de cultura). Otras, en particular las que se concentran en los judíos, suelen ser motivadas por momentos de ofuscación al observar lo que de tarde en tarde Israel le hace a los palestinos. Y una vez que los responsables han pedido perdón ante las cámaras y los micrófonos, su situación, lenta pero sostenidamente, vuelve a ser la de antes, dejando en claro que se trata de un juego donde se tomó la alternativa equivocada. Cabría preguntarse si pasara lo mismo cuando, por ejemplo, cualquier sujeto con aires de rebeldía emitiera alguna declaración en favor de Al Qaeda o del velo islámico, o atacara en duros términos el feminismo y de paso justificara las distintas formas de agresión a las mujeres, o se burlara a rabiar de Nicolás Sarkozy o cualquier otro político europeo, llegando en el caso del presidente de Francia a poner en duda su sexualidad o insinuar que el supuesto embarazo de su esposa no es de él, o despotricara la evolución de Darwin, o incluso sólo asegurara que todos los regímenes debieran ser como los de Cuba o la RPD Corea. Aunque fuese en son de broma, estoy seguro que al temerario no le bastará con una excusa o una sincera señal de arrepentimiento. Ahí sí que su carrera se vería afectada. De modo leve, probablemente. Pero en cualquier caso, le iría peor que quien le prende velas al fúrer, y sin delito tipificado de por medio.

La impresión que producen las declaraciones de Lars Von Trier es que el cineasta danés intentó probar hasta dónde llega el grado de libertad de expresión que ha sido la marca de fábrica del festival de Cannes. Lo cual no es menor, si se toma en cuenta que dejó a los organizadores del certamen en una encrucijada: si somos diligentes a la hora de exigir más democracia en territorios lejanos y ajenos, ¿por qué perseguimos a quien trata de ejercer ese mismo derecho en nuestro propio país?. Y la respuesta no es fácil, créanlo. Aunque probablemente la solución sí. Porque en unos días más, veremos a través de las pantallas al mismo autor pidiendo las disculpas de rigor, con la misma sonrisa socarrona que usó para emitir sus barbaridades, en esta ocasión en actitud de "no quise decir eso, aunque me parece que el lenguaje no fue el apropiado". Y la excusa será aceptada. Porque somos civilizados, vivimos en una sociedad de raigambre cristiana, religión que recomienda el perdón; y el señorito (que no lo es, porque el "von" es un seudónimo: una nueva muestra de que a Lars le gusta llamar la atención) regresará a filmar películas, que al fin y al cabo eso nos permite amasar más dinero y ser cada día más felices. Con una anécdota adicional para agregar a su currículo o en la página que sobre su persona le dedica Wikipedia.

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