lunes, 7 de febrero de 2011

Guerras Santas y Guerras Justas

Recurrir a las armas de cualquier índole para solucionar las diferencias entre las personas, desde luego que es una actitud inaceptable desde el punto de vista de la doctrina cristiana. Eso, aunque sujetos como George W. Bush nos traten de convencer de lo contrario. Desde el mismo instante en que Jesús dice "bienaventurados los pacificadores", la suerte de los tipos con tendencia al gatillo fácil ya está echada. Pero incluso, en el Antiguo Testamento es posible hallar textos donde se rechaza el uso de la violencia. Por ejemplo, las innumerables veces en las cuales se le sugiere al pueblo hebreo evitar someter por la vía militar a las naciones vecinas, porque "fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto". O también, la reticencia que Dios tenía a que Israel se convirtiese en una monarquía unificada, entre otras argumentos, porque eso podía ser un incentivo para que los futuros súbditos se lanzasen a la conquista bélica sin mediar provocación alguna. Cosa que por cierto ocurrió incontables veces, no siempre con resultados felices para los invasores.

Por otro lado está la eventual respuesta que uno debiera tener ante una situación de abuso o frente a una injusticia, ya sea que afecte a la misma persona o a alguno que esté en su entorno. En esos casos, la Biblia cambia de tono, porque tanto los escritores como el propio Señor entienden que se trata de hechos excepcionales, que hasta pueden ir en contra del pensamiento cristiano, dañando de paso la base doctrinal de los fieles que viven en el lugar. El ejemplo más nítido es el Apocalipsis, donde Juan felicita la resistencia que los hermanos le ofrecen al emperador romano, ante la iniciativa legal de éste según la cual todos los ciudadanos debían rendirle culto a su personalidad. Hablamos de todas formas, de una lucha que ni siquiera menciona la llamada vía armada, aunque recalque que sufrir la cárcel y el martirio al final se vuelven una bendición. En cualquier caso, teólogos y filósofos modernos y contemporáneos han utilizado este texto para elaborar la teoría de la "guerra justa", que sería una versión a escala masiva de la más particular "legítima defensa". Tal situación acaece cuando un agresor externo se apropia de los bienes y la vida de otros para su beneficio privado, el que además no tiene un asidero racional en donde apoyarse. Levantarse contra esa clase de opresores es algo que hasta podría ser alentado por las Escrituras, ya que el mensaje llama a aceptar el sufrimiento como parte de la existencia y asmimismo como una prueba divina; pero no a padecer por padecer, lo que a la larga se transforma en una desmedida tolerancia hacia el pecado.

El problema surge cuando se intenta trasladar este concepto a la denominada "guerra contra el terrorismo", que en términos simples, es la lucha contra determinadas corrientes del Islam, pero que fácilmente se ha extendido afectando a casi todos los practicantes de ese credo. Y que se ha personificado en la invasión norteamericana a Irak de 2003 y la posterior e interminable ocupación militar del país mesopotámico. Claramente ésa no ha sido una guerra justa. Ni el gobierno de esa nación ni alguno de sus habitantes ha formado parte de un ataque bélico contra Estados Unidos (los atentados del once de septiembre de 2001, fueron obra de Al Qaeda, que además no tenía ningún vínculo con la administración iraquí de entonces). Por lo demás durante la intervención quedó demostrado que el mencionado Irak no era rival para los gringos, quedando éstos ante la opinión pública internacional como bravucones de escuela. Y después, el bombardeo contra las zonas urbanas y el caos vivido durante la posguerra que se prolonga hasta hoy, y donde las acciones armadas son bastante más recurrentes y sangrientas que en el conflicto mismo, dan a comprender que la población está lejos de esa esperanza mesiánica que se prometía en los discursos del propio Bush, saturados de alusiones a su membresía (no puedo decir fe) cristiana. Se cumplió con un objetivo, cual era derrocar al atroz dictador Saddam Hussein; pero todas las demás metas trazadas no sólo ya parecen imposibles de realizar, sino que los medios usados para llevarlas a efecto han revertido la situación arrastrándola a una espantosa distopía. Los iraquíes no gozan de las ventajas de una democracia liberal (lo que es una vulgar e inaceptable mentira ya desde su planteamiento mismo, dado que la administración Bush era conservadora y reaccionaria, lo cual quedó más que demostrado en muchos aspectos de su política interna) y mucho menos manifiestan interés por arrepentirse y convertirse al cristianismo: por el contrario, el odioso islamismo radical, que precisamente había sido mantenido a raya por el vapuleado Hussein, está ganando las conciencias y ya ostenta importantes cargos en la administración estatal.

A la fecha, existen todavía hermanos que expresan su más irrestricto apoyo a las sandeces bélicas de Bush, pese a que sus nefastas consecuencias son más que evidentes. Ni siquiera se toman la molestia de recurrir a la teoría de la guerra justa (muchos la desconocen). Simplemente, dicen que fue una causa cuyo propósito era agradar a Dios en una época en que la idolatría y la apostasía se dejan caer sobre los templos como la niebla en una película de horror. Además, el ex presidente estadounidense recalcó en múltiples ocasiones su total convencimiento de que lo que hacía le estaba siendo ordenado por el mismo Señor, lo que para algunos es la prueba fehaciente de un gobernante creyente. El problema es que el tipo es tan humano como el papa y por ende se puede equivocar. Y las consecuencias de sus acciones, instan a concluir que al menos erró en el blanco, por mucho que se afirme que a veces los designios divinos son incomprensibles para el raciocinio de los mortales. Lo más grave, sin embargo, es que así como las justificaciones están elaboradas, lejos de tratarse de una guerra justa, esto es un claro ejemplo de guerra santa, la misma que los musulmanes fanáticos pregonan contra los "infieles". Una anomalía que ya se dio en la historia del cristianismo, aunque con otro nombre: cruzada.

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