domingo, 16 de enero de 2011

Profeta Venga el Burro

Después de unos años tras bambalinas, Hugo Muñoz, alias "el profeta de Peñalolén", ha vuelto a aparecer en los noticiarios. Ese sujeto obeso y barbudo, que merced a su carisma, y a pesar de sus nulos conocimientos teológicos, ha conseguido liderar una secta con un número bastante abultado y al parecer siempre creciente de incautos fieles, coyuntura que en la actualidad le permite desenvolverse en su vida privada con relativa holgura. En especial, si recordamos el factor que indudablemente lo volvió conocido: su férrea defensa de la poligamia, donde por supuesto da el ejemplo, al procurarse para sí mismo siete esposas (en realidad, una cónyuge y seis convivientes -o si se prefiere emplear el lenguaje del Antiguo Testamento, concubinas- pues el cuerpo legal sólo permite un matrimonio por persona a la vez) Es justamente esta última anécdota la que lo ha regresado a las primeras planas, aunque en sentido negativo y no deseado por el propio victimario: pues tres de sus parejas huyeron del hogar que sostiene en una parcela de agrado, acusando agresiones constantes hacia ellas y sus hijos -que son también vástagos de este estrambótico maestro religioso-. Las mujeres no se quedaron en el simple escándalo y recurrieron a los tribunales de justicia, que han dado curso a sus demandas. El problema es que el inculpado no se ha asomado a presentar sus descargos, permaneciendo de hecho prófugo del sistema penal.

Uno, o al menos alguien civilizado, partidario de los ideales democráticos y libertario -que no es lo mismo que liberal-, está dispuesto a aceptar toda clase de costumbres, por muy extrañas que parezcan, siempre y cuando no perjudiquen el buen desenvolvimiento de los demás ni dañen la convivencia social. Por eso, si de pronto al vecino se le ocurre tener varias parejas sexuales de manera simultánea, o decide declararse homosexual, tales excentricidades no deben ser acalladas mediante el empleo de la censura ni mucho menos de la fuerza. Es cierto que esos ejemplos y varios más constituyen aberraciones desde el punto de vista cristiano. Pero perseguirlas equivale a intentar aniquilar al que piensa distinto, como sucede en las dictaduras, tiranías o incluso en pasajes oscuros de la historia eclesiástica, como la inquisición. Cada uno es libre de usar su cuerpo como mejor prefiera. Sin embargo, parece que entre quienes optan por estos comportamientos exóticos, cundiera una suerte de vergüenza por las aprehensiones de sus semejantes y por el qué dirán. Le tienen tanto miedo a ejercer su derecho a expresarse, como aquellos tipos que se inhiben y se mantienen encerrados en la pacatería moral. Y en medio de su alienación, inventan una coraza que acaba siendo bastante más sospechosa y aberrante que la conducta heterodoxa que la determinó.

Me explico. Hagamos el ejercicio de despojar a Hugo Muñoz de sus delirios mesiánicos y reduzcámoslo a lo que en realidad es: un vulgar hombre de mediana edad y extracción social baja, que cuenta con un apetito sexual insaciable y que como cualquier varón común y corriente, fantasea con la posibilidad de tener varias mujeres. La pregunta que surge entonces, es: ¿por qué necesita armar todo un aparataje religioso para justificar su comportamiento?. Algo muy similar a lo que sucede con los rastafaris, que atraen al público por su discurso en favor de la marihuana, que viene avalado por un credo diseñado por ellos mismos, mezcla de múltiples declaraciones de principios, donde el fumar hierba es un mandato divino (en teoría, del mismo Dios que alaban los cristianos), tras el cual se esconden una serie de prohibiciones poco comprensibles, como la abstinencia de sal. Además de tratarse de un sistema con marcados aspectos reaccionarios y conservadores, como la sujeción femenina, más extrema que la de los integrismos católico o musulmán. Del mismo modo, el profeta de Peñalolén se ha dirigido con vehemencia a ciertas minorías, como los homosexuales -es un homofóbico a ultranza-, fuera de que fustiga el empleo de anticonceptivos y se opone de forma tenaz a las relaciones no matrimoniales, incluyendo la opción del noviazgo sin coito. Las golpizas que le daba a sus parejas y a sus hijos son parte de este contexto, pues de seguro se siente amparado por versículos vétero testamentarios. Le habría resultado mucho más sencillo seguir una especie de poligamia laica, agnóstica o no religiosa. Pero entonces, debería lidiar con el rechazo general de la opinión pública, que no trepidaría en considerarlo un hombre malo y depravado. Y entre estos tipos, criados en lo que suele denominarse "la fe del carbonero", el principio "vox populi, vox dei" pesa una enormidad.

De acuerdo. Aquí también experimenta un fuerte rechazo, en especial de los grupos eclesiáticos y los fieles de iglesias más convencionales. Pero me refiero a que, al ponerse bajo el alero de una religión -aunque sea fundada por él mismo- le está otorgando una justificación divina a su accionar, que le permitirá rodearse de un buen número de fieles que le donarán una importante fracción de sus ganancias, con lo que el susodicho líder puede vivir de manera cómoda en un lugar apartado del campo, educando a su abundante prole como le parezca. Y a menos que sus esposas no lo denuncien por malos tratos, cada cierto tiempo tendrá tribuna en los tabloides amarillistas, lo que se traduce en publicidad sin costo y en consecuencia una posibilidad rentable de captar adeptos. Si a eso le añadimos la inclusión de elementos del conservadurismo más irracional y fascistoide, entre los cuales se encuentra el mencionado maltrato, el resultado es un guía espiritual que pretende salvarguar la espiritualidad de la comunidad, y que sólo le ha devuelto a ésta un regalo de los dioses que por diversas circunstancias se había olvidado. Hugo Muñoz puede ser considerado como un hazmerreír, pero se halla al mismo nivel de quienes usan la Biblia para autorizar la acumulación desmedida de riquezas o la obediencia y la no resistencia a gobernantes injustos. El problema es que no proviene de una clase social acomodada y por ende no puede simular su método de hacer dinero.

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