domingo, 10 de enero de 2010

Lo Que Varguitas Nunca Dice

Será porque se trata del intelectual peruano vivo más reconocido internacionalmente; porque en su existencia, ha pasado de la izquierda a la derecha de acuerdo al signo de los tiempos, o porque como todos los escritores latinoamericanos -que en el subcontinente, a falta de filósofos, se ven obligados a asumir el papel de grandes lumbreras- ha opinado de la contigencia política tanto local como universal: en fin, será por aquello y otras cosas más, que Mario Vargas Llosa se ha convertido, al menos en el Perú, en una especie de arzobispo laico y agnóstico, bajo cuya mano, cada personaje público de la nación nortina debe colocar su cabeza para recibir la bendición correspondiente. De hecho, y pese a su inconmesuable aunque a veces justificada impopularidad, todos los mandatarios del Rímac, cuando menos desde 1989, ha logrado concluir sus legislaciones con elogios desde el mundo de los analistas, precisamente, porque ya han despertado la sonrisa del mico mayor, del cual además no han siquiera balbuceado una mala palabra. El único que actuó de manera diferente fue Alberto Fujimori, que intentó encarcelarlo por allá por 1995, y hoy es él quien está tras las rejas... algo que varios gobernantes coterráneos también se merecen, pero que han sabido sortear gracias a que no se han atrevido a rebatirle a su compatriota, eminencia cultural, pero descarado tránsfuga ideológico.

Lo quiera o no, Vargas Llosa será recordado por su producción anterior a 1989, donde de hecho se encuentran sus obras más famosas: el libro de cuentos "Los Jefes" y las novelas "Pantaleón y las Visitadoras" y "La Ciudad y los Perros". Es decir, lo que publicó antes de su conversión política, cuando de un izquierdista que adhería a la Revolución Cubana, se tornó un defensor del sistema de mercado nuevo liberal y de los líderes que lo promovían, desautorizando a sus antiguos amigos. Más aún: basta leer los títulos de esos libros, para caer en la cuenta que sólo pudieron componerse en el marco de un pensamiento socialista y revolucionario -al menos en el sentido de la irreverencia-.Dos de ellos son críticas a los militares y el tercero trata de las clases más depauperadas de la sociedad limeña. De su etapa derechista -aún más intolerante que lo que él hoy califica como "errores del pasado"- sólo algunos medios afines a su voltereta han destacado las novelas "Elogio de la Madrastra" y su secuela "Cuadernos de don Rigoberto": ambas, centradas en viejos verdes oligárquicos que usan su poder para aprovecharse de sus sirvientas; además de "La Fiesta del Chivo", apología de la intensa actividad sexual de Rafael Leónidas Trujillo, horrendo dictador dominicano: como en todos los círculos conservadores y reaccionarios -ésos donde los padres llevan a los doces años a sus hijos a alternar con una prostituta- el que tiene la pija más dura es el triunfador digno de toda alabanza, aunque muchas de sus mujeres las haya sacado de los centros de tortura que le reservaba a los opositores políticos. ¡ Y acto seguido, debe lanzar una condena pública contra los rones que se bebe Fidel Castro!

Como los predicadores que se paran todos los domingos en las esquinas a decir que antes de conocer las fuerzas divinas, eran borrachos, mujeriegos o vagabundos; Vargas Llosa se ha paseado por el mundo dando cuenta de su arrepentimiento, diciendo que todo aquello en que creyó por décadas en realidad era una ceguera que el mal le había depositado en sus ojos, en su mente y en su corazón. Y para mostrar su redención, exige que se abandone el pensamiento izquierdista, culpable de los males de Europa del Este, América Latina y África. Todavía más: clama a gritos porque los nuevos y renovados hitos del socialismo -Venezuela, Brasil, Bolivia- sean a la brevedad derribados, sin descartar el uso de la fuerza (aunque no deja de recalcar que se le siguen disgustando las intervenciones militares). Su proceso particular y la esencia de la religiosidad coinciden en una cosa: ambos son de cuño conservador, sector que además le da una importancia exagerada a la institución de la familia. Quizá por eso, es que a donde va, viaja con Álvaro, su inútil vástago, que sólo se ha fabricado una personalidad gracias a sus apellidos -porque emplea los dos que tiene el padre-. Mejor para su imagen, le resultaría apoyar a sus sobrinos Claudia y Luis Llosa, que se han ganado un lugar en la realización cinematográfica. Pero a lo mejor su correspondiente padre no ha recapacitado en su testarudez y sigue creyendo en la fracasada utopía socialdemócrata.

Ahora, cuando la derecha chilena tiene una inmejorable posibilidad de ganar las elecciones -merced a las estupideces cometidas en la vereda de enfrente- se presenta a ungir a Sebastián Piñera, arguyendo -he aquí su total desconocimiento de la realidad chilena- que el país está tan maduro que es capaz de elegir a un empresario exitoso de la oposición, y de paso, jubilar a una Concertación envejecida, no sin dejar de agradecerle lo que hizo por ellos. Tengo información de que en el Perú, hay muchos que le recomiendan algo parecido: que se retire a sus cuateles de invierno y disfrute de sus premios, obtenidos en retribución a sus aportes, no a la política, sino a la cultura. Después de todo, si se peleó con la oligarquía de la cual formaba parte, porque se burlaron de él luego de su que no fuera capaz de contar y clasificar el ganado de la hacienda; ya, después de recorrer el mundo, ha vuelto arrodillado a su lugar de origen y ha sido recibido como hijos pródigo.

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