sábado, 14 de febrero de 2009

El Simio Bicentenario

Aprovechando los doscientos años del nacimiento de Charles Darwin, y los cientocincuenta desde la publicación de " El Origen de las Especies", muchos biólogos, paleontólogos y científicos en general, han celebrado la formulación de la tesis evolucionista con una euforia propia de amantes que se desnudan por primera vez, justamente, cuarenta y ocho horas antes del Día de los Enamorados. También, algunos representantes del gremio, demostrando más una pasión acalorada que una objetividad empírica, están recorriendo el mundo, proclamando a los cuatro vientos que los dioses no existen o que la religión es un bozal para el pensamiento empírico y el desarrollo humano; con una grandilocuencia similar a esos predicadores y defensores de la fe que tanto desprecian.

Aclaremos: es cierto que el universo místico ha cometido una serie incontable de errores y horrores, extendidos además, por más de veinte siglos, tiempo en el cual la religión fue una ideología imperante y sin ningún contrapeso. También es plausible que, después de un breve paréntesis histórico - que permitió cuestiones como el evolucionismo de Darwin-, todo este sistema de creencias ha agarrado nuevos bríos y vuelve a tener un sitial protagónico en el devenir social y cultural, en muchas ocasiones, no precisamente para bien. Ahí están los chicos musulmanes que se inmolan en aras de una santa destrucción, que desconocen que hermanos suyos inventaron el álgebra, pero son capaces de memorizar el Corán incluso antes de aprender a leer. En la vereda opuesta, los judaístas ortodoxos los matan por camadas por si se les ocurre formar parte de un atentado suicida. En Occidente, los católicos se resisten a los avances de la medicina y la teconología, y los evangélicos utilizan dichos avances para bombardear a países lejanos y dejarles en claro cuál es la verdad. Los ministros orientales, un tanto alejados de esta disputa, gracias a ello han logrado conservar sus credos casi sin variaciones desde la época en que fueron fundados, manteniendo con ello los males que se derivaron de su implementación, como los sistemas de castas y la humillación hacia los pobres. De hecho, hoy se está volviendo a reprimir y a masacrar masivamente, teniendo como motivación los dogmas ancestrales, adaptados ligera y sutilmente a la realidad económica, política y sociocultural contemporáneas.

El problema es que estos defensores a ultranza de Darwin y en consecuencia enemigos declarados del pensamiento religioso, también han sucumbido al rebrote místico, transformándose en unos proselitistas más, con toda la carga negativa que ellos mismos le han atribuido a tal actitud. Por usar una palabra emitida en el párrafo anterior, que además es un concepto esencial dentro del marco del evolucionismo, se han adaptado, y para introducir su verdad, la científica, difunden la existencia de un mal horrible y peligroso que en este caso es la religión, el cual debe ser exterminado. No hay debate ni explicaciones: simplemente, el conocimiento empírico se impone en la realidad y la mayor prueba es lo que ocurre alrededor del individuo, aunque dicho individuo desconozca el mecanismo que activa y mueve las cosas. Un discurso que, al menos de la forma en que está planteado, equivale a afirmar que un dios está aquí, y sabe lo que haces y te va a castigar.

Es cierto que los desastres provocados por la testarudez misticista, tanto los históricos como los contemporáneos, son completamente verificables e incluso palpables. Sin embargo, ese también ha sido el resultado de, por ejemplo, la implementación violenta de ideologías políticas, e incluso, de la aplicación arrogante de tesis originadas en los círculos científicos. Casos hay de sobra: el progresismo decimonónico, que sugería la idea de que los adelantos tecnológicos iban a acabar con la fe, como antesala de un mundo perfecto, feliz y de irrenunciable paz, terminó su proceso en las dos guerras mundiales. O la lobotomía, esa operación cerebral alentada y ejecutada por " reputados" siquiatras, que por convertir a pacientes con simples desórdenes de conducta en vegetales, recibieron el Premio Nobel. Quién sabe si un futuro no muy lejano - por usar un clisé que perfectamente se puede "adaptar" a este artículo- la existencia de Dios llega a ser probada con métodos científicos, dejando a Darwin al mismo nivel que la causa primera de Tomás de Aquino. Algo que, desde un cierto punto de vista, sucede hoy, porque ambas son teorías que derivan de sesudos análisis y que además están formuladas con extremo rigor y seriedad.

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