domingo, 4 de enero de 2015

Una Ejecución Voluntaria

Frank Van Den Bleeken, quien lleva tres décadas recluido en una cárcel de Brujas, Bélgica, por varios delitos de violación, uno de los cuales acabó en la muerte de la víctima, solicitó una eutanasia, que se le aplicará este próximo once de enero. ¿El motivo? El tipo se considera un peligro para la sociedad y además asegura que no puede soportar su adicción sexual -que por causas obvias tampoco puede paliar mientras se halla en prisión- ni los tormentos que le genera el cargo de conciencia justamente debido a los crímenes por los que está recluido. Por lo mismo quiere aprovechar la salida que le permite el sistema judicial de su país (el suicidio asistido fue autorizado por un grupo de magistrados) donde existe una interpretación muy laxa acerca de la situación de enfermedad terminal, al punto que la "muerte dulce" allí se le ha otorgado a personas sordomudas o que cuentan con un mínimo defecto físico. De paso, deja ya de ser una carga social, al no obligar al Estado a desembolsar dinero de los contribuyentes en su sostenimiento en el cautiverio, ni a pagar costosos tratamientos siquiátricos que no le estaban surtiendo efecto.

Desde luego que el caso ha despertado una intensa curiosidad internacional. Como miembro de la Unión Europea -sede de las representaciones de dicho organismo, faltaba más- Bélgica se halla forzado a excluir de su legislación la pena de muerte. Al mismo tiempo, este país, en un afán de demostrar el progreso -y el progresismo- de un primer mundo mental y culturalmente desarrollado, ha intentado despejar la serie de prejuicios que existen respecto de la eutanasia, llegando a autorizarla incluso para niños, o en casos como los recién mencionados en donde se busca de un modo bastante peculiar llevar a la población el concepto del Estado de bienestar, buscando solución a los problemas de cierta gente que quizá por una serie de trabas morales o educacionales es incapaz de suicidarse por mano propia. Lo interesante es cómo este caso ocasiona un cierre de ciclo. Pues a fin de cuentas nos encontramos frente a una suerte de ejecución voluntaria, aprobada por entidades estatales. Me pregunto si en su celda o en el patio de la cárcel Van Den Bleeken habrá descubierto alguna viga o trozo de metal en la cual colgar una vestimenta y ahorcarse, un procedimiento común entre los reos, en especial en aquellos culpables de abuso sexual. Quizá las prisiones belgas están a prueba de esos incidentes, y como acaece en naciones donde se emplea la condena capital, de esa forma se conseguía que fuera el andamiaje público el que decidiera la vida del individuo, por último considerando el riesgo de fuga.

Eso es lo que debe llevar a reflexionar. ¿Qué diferencia hay entre este "derecho adquirido" y una ejecución cualquiera? Al igual que en Estados Unidos, en Bélgica se aplicará una especie de inyección letal, que en el país norteamericano se utiliza como muestra de "civilización" pues en teoría casi no provoca sufrimiento. Por otro lado, los magistrados belgas basaron su decisión coincidiendo en argumentos con este delincuente, aceptando su eutanasia porque era un peligro y una carga para la sociedad, en la cual estaba de más, precisamente una de las justificaciones más comúnmente emitidas en favor de la pena capital. A eso se añade el clamor de las víctimas y sus familiares, en el sentido de que desearían que se mantuviera vivo en una cárcel pues así es como expiará sus culpas de la manera más eficaz. Algo que los detractores de la pena de muerte suelen emplear para fortalecer su postura, ya que muchos consideran que al matar al criminal se lo está liberando del pago de su deuda.

Siempre he defendido la idea de que una persona que rechaza la eutanasia no puede acto seguido declararse en apoyo a la pena de muerte. Y este caso es un buen ejemplo, aunque a la inversa. En ambas situaciones, hay un desinterés de parte de la estructura social y estatal por abordar las particularidades de una persona que necesita -y clama- ayuda. En resumen, se trata de un olvido de los deberes. Pese a que finalmente la terminación de la vida esconda un dejo de voluntad y no sea completamente impuesta. De cualquier manera, ¿alguien le sugirió o alentó a este reo para que solicitara el suicido asistido? Somos progresistas. No corremos al individuo de la sociedad pero sí lo presionamos para que lo haga.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Por Una Navidad Sin Cristo

Más allá de los escupitajos vertidos en las redes sociales, ningún grupo significativo ha efectuado un reclamo formal en contra del gigantesco -y costoso- pesebre instalado en el frontis del palacio de La Moneda. Bueno: casi ninguno. Porque un colectivo de ateos emitió un comunicado en el cual llamaban la atención de que con dineros de los contribuyentes -entre quienes se encontraban, por supuesto, algunos de ellos- se erigiera una obra que no representaba a la totalidad de los chilenos, para colmo instalada en la sede del poder ejecutivo.

Un dato significativo es que estos ateos no se pronunciaron acerca de si ellos mismos iban o no a celebrar la Navidad, determinación que implica una serie de consecuencias interesantes, por ejemplo la entrega de regalos a sus hijos y conocidos. Aunque el tono de sus palabras insinuaba que sí estaban dispuestos a participar de estas fiestas, lo cual los excluiría de la posibilidad de ser señalados con el dedo, indicados como estúpidos insensibles o peor aún, ser comparados con los testigos de Jehová, un grupo famoso entre otras cosas por marginarse de cualquier elemento relacionado con la natividad -incluso la repartición de obsequios y la opción de que sus vástagos actúen en un evento relacionado en sus escuelas-, y sobre el que el colectivo que ahora tratamos dudo que quiera generar la más mínima sensación de coincidencia. Lo curioso es que, a pesar de tal inclinación, este puñado de no creyentes igual utilizó, al menos como segundo argumento, la perorata que repiten sus similares del primer mundo, en donde se insiste que todo lo relativo al nacimiento de Jesús es una conjunción de mitos que relatan cuestiones que jamás existieron, empezando por la misma narración de los evangelios. Algo que por sí solo debería apartarlos por completo de la parafernalia que inunda cada diciembre.

Pero en fin. Hay gente que cree tener la solución para todo y dentro de esa amalgama se hallan los ateos militantes. Quienes se defienden recordando que la Navidad proviene de otra fiesta, las saturnales, bastante anterior al cristianismo, la cual los creyentes habrían usurpado una vez llegados al poder, como forma de evitar cualquier competencia de carácter proselitista. Hasta cierto punto podríamos estar de acuerdo. Sin embargo, cabe recalcar que la motivación de esa antigua celebración pagana también era religiosa, ya que tenía el propósito de honrar a Kronos, el dios creador del universo en la mitología grecorromana. Y si bien es cierto que varias tradiciones navideñas provienen de ahí, como el intercambio de regalos y el adorno de árboles, eso no disminuye los grados de inconsecuencia. En especial, porque fueron las autoridades del imperio romano, el mismo donde se conmemoraban las mentadas saturnales, quienes acuñaron el término ateo para referirse a los cristianos, ya que no sólo rechazaban el paganismo sino que además negaban la existencia de todo su panteón, algo incomprensible para la mentalidad latina que prefería el proceso contrario, esto es, agregar la mayor cantidad de divinidades posible. En conclusión, si nos retrotraemos a los orígenes, tenemos que los ateos contemporáneos, justamente los que desean que realicemos este ejercicio, son más religiosos que quienes intentan atacar por admitir a un "amigo imaginario".

Y si todavía alegan que sus intenciones son rescatar un patrimonio folclórico y que les importan un bledo los dioses, es preciso acotar que la Navidad cristiana también ha entregado sus aportes al acerbo cultural mundial. Y si salen con el asunto de que el nacimiento les fue impuesto a distintos pueblos, bueno: muchas de esas civilizaciones tampoco conocieron las saturnales. Creyentes y ateos: es hora de festejar. Junto a un pesebre, un pino o lo que sea. Pero alguien que nació hace más de dos mil años con la promesa de salvar a la humanidad, y que ha dejado una huella tan notoria en la historia, al menos merece ser tomado en cuenta.

domingo, 7 de diciembre de 2014

La Canción de las Colinas

Ignoro si las personas que asisten a los distintos locales dependientes de Hillsong serán contadas como miembros pertenecientes a ese ministerio. Parece que al menos, así ocurre en Australia, su país de origen. Sin embargo, las peculiaridades de esta obra, cuyos responsables tratan siempre de dejar en claro que se trata de una congregación, pero que al mismo tiempo se esfuerzan en buscar que las personas no la vean como tal, finalmente genera expresiones de confusión entre el resto de los cristianos evangélicos, algunos de los cuales sienten que están enfrente de una suerte de no-iglesia, un paso intermedio entre una comunidad al estilo convencional del término y una organización transversal destinada a una misión específica como el Ejército de Salvación, YMCA o Puertas Abiertas.

Desde sus inicios, esta iniciativa ha sido orientada por el olfato comercial de sus fundadores, quienes desde un comienzo intentaron llegar a un segmento de la población que creían había sido descuidado por el resto de las iglesias: los jóvenes universitarios o que cursaban la educación superior, que consideraban eran víctimas de un estereotipo el cual, por desgracia, es real y frecuente entre muchos evangélicos: que estos muchachos suelen despreciar la palabra del Señor a causa de un supuesto complejo de superioridad intelectual que adquieren quienes acumulan conocimientos. En el afán de demostrar que los hermanos más tradicionales estaban equivocados, decidieron instalar su primer templo en la colina de un campus de donde buscaron atraer a los potenciales fieles mediante el empleo de la música pop (de esa combinación de acciones proviene el nombre Hillsong), manteniendo la predicación del mensaje en un segundo plano, misma que además han reducido a un extracto de los versículos bíblicos más conocidos por el común de la gente, adornadas con discursos muy elementales -incluso superficiales- sobre los temas más recurrentes entre los cristianos -y quienes no lo son- como el amor divino, la historia de Jesús o el perdón de los pecados. De hecho, fuera de Australia son más identificados como una industria musical antes que una congregación.

En resumidas cuentas, una comunicación de la palabra peligrosamente liviana y descafeinada. Algo que para nada es una novedad. Ya que estos componentes están presentes en cosas como el evangelio de la prosperidad y la nueva alabanza, o antes, en los llamados tele evangelistas. Incluso más atrás, los podemos hallar en los pentecostales latinoamericanos o los grupos surgidos del avivamiento del siglo XIX. A lo cual se une la característica de tratarse de una iglesia segmentada, que también proviene de antaño, cuando existían comunidades para ricos, pobres, negros, blancos, efusivos, poco efusivos: todo, producto de la independencia eclesiástica y del rechazo a la centralización vertical que la Reforma puso como sello frente al catolicismo. La diferencia la marca precisamente el olfato comercial de sus creadores, quienes han sabido adaptar estas particularidades a la mentalidad contemporánea y al clima social del momento, lo que los ha impulsado, para desconcierto de los hermanos más "tradicionales", a evitar pronunciarse sobre temas contingentes como el matrimonio homosexual, el islam extremista o la disputa entre quienes defienden los relatos del Génesis ante la evolución de Darwin. Estoy seguro que los dirigentes de Hillsong rechazan tales prácticas, pero se abstienen de tomar postura de acuerdo a un principio que al igual que todo el cóctel de actitudes descritas en estos párrafos proviene de las entrañas más arcaicas del protestantismo: desechar las discusiones porque desvían del propósito primordial: alabar al Señor. Al contrario de sus antecesores que jamás se atrevieron a no considerar la excepción.

Me pregunto qué pasará cuando las luces del espectáculo y la música pop pasen de moda. ¿Será capaz Hillsong de consolidarse en un mensaje sustentable? ¿O acabará como sus antecedentes, reducida al punto de tornarse una anécdota de museo? La falta de doctrina podría derivar en escándalos morales como los que afectaron a los ya mencionados tele evangelistas, si bien en esos casos primó la sensación de hipocresía, pues esos personajes insistieron demasiado en las temáticas que esta congregación australiana prefiere no abordar. Si no en escisiones importantes, otro gran vicio de los líderes evangélicos. ¿Se hundirá en un agujero financiero como la malograda Catedral de Cristal? Parece que en términos monetarios están bien posicionados. En fin. Son interrogantes válidas aunque a algunos les parezca que se trata de discusiones inútiles que desvían del recto camino.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Ni Calle Ni Televisión

Durante el último tiempo, ciertos expertos, tanto seculares como cristianos, han llamado la atención respecto al exceso de horas que los niños permanecen sentados viendo televisión o distrayéndose con juegos de vídeo. Apuntan a que esta tendencia dará origen a muchachos -y luego adultos- más egoístas, menos sociables y con problemas de obesidad. Una preocupación que en determinados casos, ha impulsado a estos investigadores a lanzar diatribas de orden moral, con todo el grado de exageración que esa forma de expresar las inquietudes conlleva.

Es cierto. En los últimos años hemos sido testigos de cómo la televisión, los vídeo juegos caseros o el computador se han constituido en el foco de interés de los más chicos. Sin embargo, es interesante hurgar en las causas y los caminos que acabaron desembocando en esto. En tal sentido, cabe destacar que a partir de la década de 1980, coincidiendo con una recuperación de las ideas conservadoras y las actitudes reaccionarias que parecían batirse en retirada tras la llamada revolución de las flores, se gestó en los países más desarrollados un movimiento que buscaba que los más pequeños salieran a la calle lo menos posible, pues allí se hallarían expuestos a un sinnúmero de peligros. Junto a los argumentos característicos de un padre tradicionalista y religioso -quien teme que si su hijo comparte demasiado con otros chicos podría terminar adoptando visiones ajenas y hasta opuestas a los valores que se le pretende inculcar en su hogar de origen- se agregaron otros de tinte más pragmático -el aumento del parque automotriz y del delito- e incluso progresista -la polución atmosférica y acústica, la amenaza de los microorganismos-.

Los papás, criados muchos de ellos en medios con mayores grados de sociabilidad, empero comenzaron a preferir la seguridad de ver a sus vástagos sentados en la sala de estar frente a un aparato electrónico que garantizara su completo entretenimiento en los momentos que no estuvieran en la escuela ni que debieran hacer tareas. A esto se sumó la aparición de elementos tecnológicos que incentivaron tales prácticas. Por ejemplo, la televisión de pago, que trajo canales especializados en público infantil, además de la irrupción de receptores con control remoto destinados a ser más fáciles de manipular por los más pequeños. El auge de los ordenadores caseros, así como de vídeo juegos más sofisticados que permitían competir con un desconocido mediante una conexión virtual, desde luego aportaron lo suyo. Todo aparejado con un cambio de mentalidad, a la par que familias de países en vías de desarrollo aumentaron su poder adquisitivo, o en su defecto tuvieron mejor acceso a artículos de línea blanca. Quien dejaba que sus chiquillos corretearan por los callejones del barrio o el villorrio rural, era el pobre o despreocupado que no contaba en su propiedad con los nuevos avances. Para colmo, proliferaron los espacios de orden familiar, como Alf o Garfield, donde la máxima -y casi exclusiva- distracción del protagonista era observar la tele engullendo comida rápida.

Un círculo vicioso que los expertos recién han llegado a notar. Y que en su afán de alertar a las supuestas víctimas, se han volcado a llamar a los padres a que les quiten la única fuente de atracción que les queda a los niños, sin entregar propuesta alguna a cambio. Recién caen en la cuenta que la televisión puede acarrear aspectos negativos, no sólo los propios que se derivan del ejercicio de ver los programas que los diversos canales ofrecen, sino porque además los chicos pueden manejar el control remoto a su regalado gusto, sorteando incluso el control parental y así acceder a programación no dirigida a ellos. Simplemente, sujetos ociosos que ya no reciben ayudas monetarias de los empresas de medios de comunicación en las cuales permanecieron dos décadas advirtiendo que la calle y la sociabilidad eran riesgo de muerte.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Los Papás de Nicolás

Han pasado algunas semanas y aún no se apaga la discusión acerca de "Nicolás Tiene Dos Papás", ese cuento para niños que el inefable Movimiento de Liberación Homosexual (MOVILH) decidió distribuir en diversos jardines infantiles públicos a lo largo del país, con la finalidad de que las nuevas generaciones no reproduzcan los arranques de homofobia y discriminación que han caracterizado a sus antepasados, y comprendan que así como hay hijos de padres divorciados o de madres que no se han casado, también existen aquellos que viven bajo la tutela de una pareja que no necesariamente está compuesta por un hombre y una mujer, y no por ello se trata de extraterrestres, zombis o monstruos legendarios.

Es discutible otorgarle al texto en cuestión la calidad de relato, ya que "Nicolás Tiene Dos Papás" no está estructurado como una narración. Se trata de una simple descripción, acerca del entorno de un niño de enseñanza inicial. Se lo ve junto a sus "padres" en casa, una pareja de varones gay, y luego jugando con sus compañeros de curso a quienes por supuesto no les interesa esa situación, de hecho ni siquiera muestran interés en formular esas típicas preguntas de los infantes que a los adultos les provoca tanto escozor. En una parte del cuento aparece la madre biológica del muchacho, pero no se especifica en qué circunstancias conoció al otro progenitor, ni por qué dejaron de frecuentarse, ni la causa por la que no convive con su hijo. Supongo que esas omisiones van en la línea de evitar detalles que pueden contribuir a lo que se pretende evitar, que es una eventual discriminación, en la medida de relacionar el "no saber" con el "no inmiscuirse en lo que no importa". O se busca dejar en claro que el pequeño tiene una mamá como todos los demás y no es un fenómeno por ser cuidado por su papá y el amante de éste. O la exclusión de otros elementos fue debido a problemas de espacio simplemente.

Lo cierto es que este escrito, como ya fue mencionado, carece de dos exigencias que son primordiales para que se lo considere una estructura narrativa, como son la acción y el conflicto. Entiendo que en la actualidad, todos los cuentos dirigidos a párvulos tienen esa peculiaridad, ya que el avance científico indicaría que a los niños de tan corta edad no se les debe dar a conocer un relato propiamente dicho porque la complejidad de éste les puede generar situaciones de angustia. Por lo mismo, diversos grupos -entre ellos los colectivos gay- recomiendan, por ejemplo, no leer la Biblia a muchachos tan pequeños, producto de sus contenidos ajenos a la mentalidad actual -distinta a la que se criaron los infantes del pasado- y cargados a la violencia explícita y la exageración. Volviendo al texto de Nicolás, los homosexuales alegan que fue diseñado por "expertos". Sin embargo es interesante ahondar en un asunto no menor, a propósito de aquellos representantes de credos que han objetado esta iniciativa. Nunca se ha enseñado religión en los jardines infantiles, y si bien muchas iglesias evangélicas cuentan al interior de sus templos con la llamada escuela dominical, donde se dan a conocer pasajes de las Escrituras incluso a la más tierna infancia (lo que al final hace que estas personas estén preparadas y no se tornen propensas a supuestos traumas), en caso alguno los líderes de tales congregaciones pretenden extrapolar sus métodos a los establecimientos públicos de la llamada educación pre escolar, ni siquiera en forma de proselitismo protagonizado por los propios chiquillos. Lo cual es diametralmente opuesto a la actitud del MOVILH, que intenta meter un libelo que no cuenta con la aprobación correspondiente a niños de cinco años, que además al contar con factores puramente descriptivos se transforma en una declaración de principios encubierta, lo cual a la larga redunda en una campaña ideológica.

Entiendo que los homosexuales estén motivados por un factor de urgencia, ante la discriminación histórica que han sufrido y que se refleja en crímenes callejeros como el que afectó a Daniel Zamudio, de los cuales por cierto se suscita al menos uno cada trimestre. Pero quizá habría mejor difundir este opúsculo en primero o segundo básico, y con un anuncio introductorio en lugar de la irrupción, entre prepotente y desesperada, que se observó hace algunas semanas. El desarrollo cognitivo de un niño de cinco años podría ser contraproducente con lo que se pretende instruir con la repartición del famoso librillo, precisamente por tratarse de una edad en donde la inocencia no admite discriminaciones negativas. Fuera de que en el MOVILH debieron haber estado conscientes del rechazo que una determinación así iba a provocar en ciertos apoderados, lo cual de seguro sabían y se lanzaron a explorar y explotar. Lo que sí olvidaron de vislumbrar con esta acción tan arrebatada como desesperada, son los daños colaterales que su obra puede ocasionar a futuro. Por ejemplo algunas rimas surgidas a propósito del título del escrito ("Nicolás tiene dos papás que se arreglan por atrás"), o las eventuales burlas que podrían recibir de aquí a un tiempo más los chicos que lleven ese nombre. Consecuencias no deseadas de una iniciativa que puede llegar a ser loable pero que fue impulsada más por la precipitación que por la reflexión.

                                                                                                   

domingo, 19 de octubre de 2014

Acoged A Los Homosexuales Adinerados

De nuevo el poder de la iglesia católica, sumado al carisma del actual papa, le han reportado a los miembros de esa organización un triunfo mediático. En este caso, con ocasión de la celebración en Roma de un Sínodo de la Familia. Una reunión tras la cual no se llegó a ninguna conclusión concreta, mucho menos a un minúsculo cambio doctrinal; pero en la que los participantes se comprometieron a "revisar" la actual situación de los homosexuales y divorciados. Tan sólo aquella declaración hizo reaccionar con entusiasmo a millones de ilusos a lo largo y ancho del globo, respecto a una probable inclusión de estas personas en las actividades eclesiásticas. Generando de paso una avalancha de elogios sobre el actual pontífice, que ya suma otra estrella en su corona de pretendido progresismo.

Caso por caso. En primer lugar, resulta bastante curioso, por decirlo de un modo suave, que se lancen vítores a la figura del papa por el supuesto intento de cambiar la visión del romanismo hacia los divorciados. Ya que eso es algo que ocurre en una época en que la separación matrimonial es tomada con absoluta normalidad, y los afectados por tales eventos no suelen mostrar ni las más mínimas señas de los traumas que se les atribuyen. Además de que las ramificaciones del cristianismo surgidas al calor de la Reforma casi desde sus inicios han aceptado las rupturas de vínculo, incluso las que se suscitan al interior de las mismas congregaciones (mientras la iglesia católica, y es algo que salió a relucir en este sínodo, es reticente hasta con la admisión de quienes han vivido un divorcio antes de ser convertidos). Quizá por ello es que la atención se centró en el otro grupo a tratar, los homosexuales, puesto que ahí existe la sensación de que se pretende cruzar una línea infranqueable, atendiendo al trato histórico que del ambiente religioso se ha prodigado a los amanerados. Lo cual a la larga se transformaría en la demostración más cabal de un pensamiento avanzado en términos culturales que de acuerdo a ciertas interpretaciones hasta podría ser exhibido como un gran acercamiento a los preceptos de amor universal propuestos por el mismo Jesús. Todo esto, en medio de una coyuntura donde cada día más países aprueban la unión matrimonial entre representantes de un idéntico género y la sociedad demanda de los grupos conservadores respuestas -a favor de los acontecimientos- acerca de ciudadanos que independiente de su opción están dispuestos a formar una familia con todos los valores que a tal entidad se le endilgan.

Frente a este interés internacional, del sínodo han surgido opiniones tan ambiguas como engañosas. Se anuncia con bombos y platillos algo que no pasa de ser una simple revisión, pero que por la sola naturaleza del tema que se está tratando, genera expectativas muy altas. No obstante, ¿qué hay detrás de esta insinuación del papa y los curas en torno a cambiar el giro? El homosexual que puja por ser aceptado, de acuerdo a términos establecidos en primera instancia por él y a quien además no le importa pasar por encima de aspectos que son la esencia de una institución, es un tipo de buena situación económica y social, a veces muy adinerado, que intenta alejarse lo más posible, al punto del desconocimiento, de los estereotipos tradicionales de su opción y que pretende pasar en la calle como un varón o una mujer más. Hablando en conceptos de escalafón socio monetario, se ubica en el sector más afortunado de la comunidad. Y si revisamos la historia, a poco andar se cae en la cuenta de la predilección del romanismo por aquella clase de personas, a las cuales los obispos siempre se han plegado como cuervos sobre el hombro, defendiendo los abusos propios de ricos egoístas a cambio de suculentas prebendas. En la actualidad, ese estrato, y los círculos de influencia, están integrados, entre otros, por sujetos que se definen a sí mismos como gay o tienen familiares cercanos que han tomado esa determinación. A quienes el papismo requiere darles un espacio, en el afán de que tal coyuntura sea recíproca y así consigan mantener sus arcas bastante opíparas.

La gran ramera babilónica siempre intentará venderse al mejor postor, y si el cliente anda buscando sexo homosexual, pues a acomodar el trasero y la doctrina. Podría ser, incluso, que los intentos no pasen más allá de este sínodo, y que en la iglesia católica estén tanteando la cuestión de que esto sea sólo una moda pasajera -tiene muchos visos de ello, a decir verdad-, y en base a tales inferencias dilatar este asunto hasta que caiga en el olvido, o mejor quede la sensación en la opinión pública de que realmente los curas cambiaron de rumbo (al respecto, señalar que un gran puñado de grupos evangélicos y ortodoxos, y del crisol de credos no cristianos, más allá del diálogo, han perseverado en su firmeza de considerar la homosexualidad, según sea el caso, como un pecado o una desviación aberrante, objetando al papismo su actitud en apariencia distinta). No estamos en caso alguno ante una expresión genuina de amor al prójimo, sino más bien de un ejercicio desesperado por aferrarse a la poca ostentación que aún queda.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Una Guerrilla Reaccionaria

Uno de los argumentos que se esgrime para justificar los bombardeos de países árabes y occidentales a objetivos del llamado Estado Islámico en Siria e Irak, es que nadie, o al menos casi nadie, quiere ser regido en esa zona por un movimiento religioso tan extremo que incluso elimina a los miembros de su mismo credo que considera moderados, o en el lenguaje litúrgico de los musulmanes, infieles. Algo de cierto hay en aquella inferencia. En especial, cuando las imágenes televisivas muestran a miles de personas huyendo de los sitios donde han arribado los integrantes de esta milicia, quienes han llegado a destruir mezquitas. O cuando las investigaciones periodísticas dan cuenta que una buena parte de sus componentes no provienen de las zonas que han elegido como teatro de operaciones, ni siquiera de otros territorios del Medio Oriente, sino de Europa y América del Norte.

Es en este último punto donde resulta interesante detenerse. La mayoría de tales muchachos son, como ciertos medios de prensa han insistido hasta el cansancio, descendientes de inmigrantes de países con tradición islámica. No obstante, existe un cierto remanente de formación completamente occidental y cristiana -o sus equivalentes-, que se ha convertido a la religión mahometana, y en contadas situaciones ni siquiera eso, sino que se ha acoplado a este grupo porque ve en él una manera de luchar contra el poder y el sistema establecidos. Es cierto que a todas luces se trata de un movimiento reaccionario y que exhibe un integrismo religioso que hasta los más observantes consideran tan peligroso como inaceptable. Sin embargo, su presencia ha provocado un sentimiento en jóvenes idealistas ansiosos de cambiar el mundo, tal como lo pretendían sus antecesores de la década de los sesenta. Y aunque las circunstancias sean completamente distintas, incluso diametralmente opuestas, de igual modo que lo son las mentalidades de los involucrados en una y en otra época, empero también presentan características comunes. Por ejemplo, la alta instrucción, en varios casos universitaria, que detentan los que van a pelear al Medio Oriente, a veces nada envidiable si se la compara con quienes en el pasado vitoreaban a Vietnam o Cuba, y una existencia relativamente cómoda en un universo de pretendido pluralismo.

Y aquí llegamos a la pregunta que muchos se formulan. ¿Por qué jóvenes con acabada educación, deciden ir en apoyo de un movimiento reaccionario que de imponerse puede llegar a ser perjudicial para las libertades individuales y las utopías? Desde luego que la búsqueda de aventura no puede ser la única causa, ni siquiera la más importante. Por otra parte, es preciso recordar que las corrientes políticas que en la década de los sesenta eran vistas como ideales, al menos algunas de ellas, con el paso del tiempo se han revelado como igualmente perjudiciales y hasta malignas. Quizá la respuesta se halle en las vicisitudes que enfrenta el primer mundo hoy, en contraste con la imagen de vitalidad -muy idealizada por cierto- que suelen entregar los territorios exóticos. Recordemos que tanto Europa como Estados Unidos llevan una buena cantidad de años sumidos en una recesión económica que en el caso del viejo continente sus gobiernos han intentado resolver eliminando la estructura del Estado de bienestar, determinaciones que han afectado entre otros al ámbito cultural. Dicha coyuntura ha sido especialmente difícil para los hijos de inmigrantes, que no encuentran empleo, por muy ilustrados que estén. Tampoco la convivencia es armónica, con el levantamiento de agrupaciones de carácter racista y la aprobación de leyes que, bajo el pretexto de instaurar componentes civilizadores en la sociedad, terminan transformándose en iniciativas represoras, como la condena a los llamados discursos de odio, cuya ambigüedad siempre termina recayendo en estas tendencias calificadas como salvajes.

Osama Bin Laden era tan guerrillero como Ernesto Guevara. Y ambos eran barbudos y bien parecidos, con una presencia que cautivaba a las señoritas e impulsaba a los muchachos a imitarlos. Fuera de que los dos murieron por mano de agentes estadounidenses. Así como en los sesenta los procesos revolucionarios quisieron sanar las diversas injusticias existentes en el mundo, hoy en día el Estado Islámico les está dando a muchos jóvenes la opción de llamar la atención acerca de sus situaciones personales de pobreza y marginalidad. Que como ocurría hace cinco siglos atrás, también es ilustrada.