domingo, 28 de septiembre de 2014

Una Guerrilla Reaccionaria

Uno de los argumentos que se esgrime para justificar los bombardeos de países árabes y occidentales a objetivos del llamado Estado Islámico en Siria e Irak, es que nadie, o al menos casi nadie, quiere ser regido en esa zona por un movimiento religioso tan extremo que incluso elimina a los miembros de su mismo credo que considera moderados, o en el lenguaje litúrgico de los musulmanes, infieles. Algo de cierto hay en aquella inferencia. En especial, cuando las imágenes televisivas muestran a miles de personas huyendo de los sitios donde han arribado los integrantes de esta milicia, quienes han llegado a destruir mezquitas. O cuando las investigaciones periodísticas dan cuenta que una buena parte de sus componentes no provienen de las zonas que han elegido como teatro de operaciones, ni siquiera de otros territorios del Medio Oriente, sino de Europa y América del Norte.

Es en este último punto donde resulta interesante detenerse. La mayoría de tales muchachos son, como ciertos medios de prensa han insistido hasta el cansancio, descendientes de inmigrantes de países con tradición islámica. No obstante, existe un cierto remanente de formación completamente occidental y cristiana -o sus equivalentes-, que se ha convertido a la religión mahometana, y en contadas situaciones ni siquiera eso, sino que se ha acoplado a este grupo porque ve en él una manera de luchar contra el poder y el sistema establecidos. Es cierto que a todas luces se trata de un movimiento reaccionario y que exhibe un integrismo religioso que hasta los más observantes consideran tan peligroso como inaceptable. Sin embargo, su presencia ha provocado un sentimiento en jóvenes idealistas ansiosos de cambiar el mundo, tal como lo pretendían sus antecesores de la década de los sesenta. Y aunque las circunstancias sean completamente distintas, incluso diametralmente opuestas, de igual modo que lo son las mentalidades de los involucrados en una y en otra época, empero también presentan características comunes. Por ejemplo, la alta instrucción, en varios casos universitaria, que detentan los que van a pelear al Medio Oriente, a veces nada envidiable si se la compara con quienes en el pasado vitoreaban a Vietnam o Cuba, y una existencia relativamente cómoda en un universo de pretendido pluralismo.

Y aquí llegamos a la pregunta que muchos se formulan. ¿Por qué jóvenes con acabada educación, deciden ir en apoyo de un movimiento reaccionario que de imponerse puede llegar a ser perjudicial para las libertades individuales y las utopías? Desde luego que la búsqueda de aventura no puede ser la única causa, ni siquiera la más importante. Por otra parte, es preciso recordar que las corrientes políticas que en la década de los sesenta eran vistas como ideales, al menos algunas de ellas, con el paso del tiempo se han revelado como igualmente perjudiciales y hasta malignas. Quizá la respuesta se halle en las vicisitudes que enfrenta el primer mundo hoy, en contraste con la imagen de vitalidad -muy idealizada por cierto- que suelen entregar los territorios exóticos. Recordemos que tanto Europa como Estados Unidos llevan una buena cantidad de años sumidos en una recesión económica que en el caso del viejo continente sus gobiernos han intentado resolver eliminando la estructura del Estado de bienestar, determinaciones que han afectado entre otros al ámbito cultural. Dicha coyuntura ha sido especialmente difícil para los hijos de inmigrantes, que no encuentran empleo, por muy ilustrados que estén. Tampoco la convivencia es armónica, con el levantamiento de agrupaciones de carácter racista y la aprobación de leyes que, bajo el pretexto de instaurar componentes civilizadores en la sociedad, terminan transformándose en iniciativas represoras, como la condena a los llamados discursos de odio, cuya ambigüedad siempre termina recayendo en estas tendencias calificadas como salvajes.

Osama Bin Laden era tan guerrillero como Ernesto Guevara. Y ambos eran barbudos y bien parecidos, con una presencia que cautivaba a las señoritas e impulsaba a los muchachos a imitarlos. Fuera de que los dos murieron por mano de agentes estadounidenses. Así como en los sesenta los procesos revolucionarios quisieron sanar las diversas injusticias existentes en el mundo, hoy en día el Estado Islámico les está dando a muchos jóvenes la opción de llamar la atención acerca de sus situaciones personales de pobreza y marginalidad. Que como ocurría hace cinco siglos atrás, también es ilustrada.

               

                                                     

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