domingo, 21 de agosto de 2011

La Moralina Irresponsable

Los desaciertos del gobierno de Barack Obama, sumado a la insoluble crisis económica que Estados Unidos padece ya durante más de tres años, han permitido que en ese país crezca el movimiento reaccionario conocido como el Tea Party, el cual, al igual que sus antecesores, repite los preceptos de ese conservadurismo enfermizo, resultado de una visión distorsionada del puritanismo, donde se intentan hacer pasar por elementos de la fe cristiana evangélica, una amalgama de sentencias que incluyen chauvinismo, colonialismo, supremacía racista e intereses monetarios particulares. Con la gran novedad de que ahora se utiliza de manera eficaz la internet para difundir el mensaje. Al menos, eso y el carácter ingenioso del nombre -tomado de un episodio de la independencia norteamericana-, han conseguido que el vilipendiado concepto de los "neocon", que en su momento también fue atractivo, caiga en desuso, en favor de una marca que se presenta como la renovación total.

Pues si analizamos las propuestas del Tea Party -y si es que tras las concesiones de rigor, aceptamos llamarlas así-, a poco andar notaremos que son propias de un inconsciente colectivo estadounidense que de vez en cuando, y motivado por las más variadas circunstancias, asoma la nariz. Primero, está el rechazo a la intervención del Estado en asuntos que se consideran circunscritos únicamente a la esfera individual, incluyendo el denominado gasto social o las ayudas públicas para la educación y la salud (de hecho han conformado una tenaz oposición a las reformas al sistema médico planteadas por Obama, las cuales no son distintas a la concepción del Estado de bienestar europeo). Luego, se encuentra su insistencia en una moralina pacata que en palabras simples, se reduce una serie de no: al control de la natalidad, al aborto, a la homosexualidad e incluso a la libertad artística y creativa; aunque mediatizadas por un único aspecto que ellos promueven en clave positiva: la defensa incondicional de la ideología de la familia, entendida como el engendramiento de una abundante cantidad de hijos -se excluye la adopción- independiente de las condiciones pecuniarias en que los padres se encuentren. Una forma de concebir el mundo que esperan las autoridades impongan mediante un paquete de leyes prohibitivas. Pues aquí sí, el fisco no sólo puede sino que debe inmiscuirse. Creando un aparato policial que asegure la estadía permanente de los tachados como delincuentes y antisociales en recintos penitenciarios.

Se dice que en política hay que actuar de una manera especialmente responsable pues los errores de un dirigente pueden arrastrar a todo su pueblo al abismo. Y si observamos las circunstancias con detención, inevitablemente llegaremos a la conclusión que ésa no es la característica que mueve al Tea Party. Para comenzar, una organización que pretende alcanzar el poder público no puede alentar y bastante menos exigir a la ciudadanía que se incline por la familia numerosa, ni siquiera que intente formar una familia, cuando ataca, reduce o elimina las prestaciones sociales que justamente permiten una mayor protección a la infancia. De acuerdo: en varios lugares de Estados Unidos el aborto se practica en hospitales fiscales, donde -como en otras muchas partes del mundo- se distribuyen anticonceptivos. Un conservador buscará recortar tales gastos con el propósito de matar dos pájaros de un tiro, vendiendo una imagen de austeridad por un lado, y fomentando las buenas costumbres por el otro. Sin embargo la pregunta aún flota en el aire: ¿cómo es posible que alguien salga en los noticiarios estimulando el engendramiento de niños, cuando su manutención significa un aumento en los gastos del núcleo familiar y por ende, un alto derroche de dinero? Con esto se echan por tierra principios propios de los mencionados conservadores, como la distribución eficiente y racional de los recursos, conducta resumida en la frase "pocos pero buenos", que aquí claramente no se aplicaría pues nos enfrentaríamos ante una sobre población desnutrida y empobrecida.

Ahora, que un padre norteamericano pierda la tuición de sus hijos porque un funcionario público encuentra que no tiene la solvencia económica suficiente para mantenerlo, es un riesgo al cual en el gigante del norte hay que temer. Y no sólo para alguien que se encuentra bajo la línea de la pobreza -donde la derrota es prácticamente seguro- sino incluso para aquellos que su ubican en un nivel medio. Niños que van a parar a hogares de crianza o a orfanatos, donde sufren toda clase de maltratos y descuidos posibles -recordemos que el Estado se topa con dificultades de financiamiento, por estar sus presupuestos reducidos-, cuando no son víctimas del tráfico de bebés, los cuales van a parar a parejas adineradas. Se trata de una intervención del aparato del fisco con carácter policial, destinada a dar a conocer el pensamiento del grupo mandante, donde la víctima es un pecador que merece ser castigado porque no se esforzó en conseguir un empleo mejor remunerado, o simplemente porque pertenece a los estratos más modestos. La crueldad de un sistema insensible, dirán ciertos lectores. Una decisión pragmática y adecuada para sanar el erario público, replicarán los más férreos miembros del Tea Party. Bien: para que dicha opción sea realmente pragmática, y de paso humanitaria, se le debe añadir una serie de preceptos complementarios, como el incentivo al aborto o el llamado a evitar formar una familia. Aunque está además la posibilidad del llamado Estado de bienestar, capaz de frenar el uso de esos recursos.

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