domingo, 24 de abril de 2011

La Culpa Ahora Es De Los Gordos

En un jocoso bochorno terminó la discusión en torno al proyecto de ley que intentaba frenar la distribución de la llamada "comida chatarra" en los colegios, y que finalmente acabó siendo desechado por el Senado. Una lástima, pues el asunto de la obesidad da para un debate muy amplio, donde pueden abordarse temas como las políticas socio-económicas y las nefastas consecuencias de la pobreza y la mala distribución del ingreso, factores que están ampliamente relacionados con este problema. Sin embargo, parece que los legisladores una vez más se asustaron ante la opción de ponerse a cuestionar el sistema financiero vigente, y a cambio optaron por el viejo comodín, como es juntar las cejas en contra de los propietarios más modestos, en este caso quienes mantienen quioscos de alimentos en las escuelas o en las esquinas.

Desde hace más de una década, nuestros parlamentarios han venido haciendo esfuerzos para que seamos una sociedad más feliz y libre de peligrosas acechanzas. Así, a fines del siglo pasado restringieron el horario de funcionamiento de los locales nocturnos, con el propósito de que disminuyese la cantidad de ebrios en las calles y frente al volante. Años más tarde, y viendo que sus electores no modificaban su expresión facial pese a que aprobaron una prohibición que los favorecía, discurrieron que el humo del tabaco estaba bloqueando su capacidad de discernimiento, por lo que votaron una ley contra los cigarrillos aún más restrictiva que sus pares que por entonces se estrenaban en distintas partes del mundo; a la cual le han hallado errores impresentables que es imprescindible corregir. Empero, los rostros desencajados y poco amigables seguían siendo la tónica entre la gente común. Entretanto, se le asestaban golpes cada vez más certeros y severos contra el flagelo de las drogas, por ejemplo colocando a la marihuana en la lista de alucinógenos que provocan los peores daños. Y sin embargo la infelicidad continúa hasta hoy. Aunque nuestros congresistas, más maduros, o mejor dicho más viejos y podridos, parece que ahora sí le han acertado descubriendo la verdadera causa de los males del chileno medio en sus "alarmantes" niveles de obesidad, fruto de un desarrollo descontrolado cuya principal consecuencia ha sido el aumento del poder adqusitivo de la población -más bien de su propensión al endeudamiento-. No es la mala distribución del ingreso, ni la serie de injusticias laborales que tienen a algunos trabajadores laborando a niveles casi de esclavitud; tampoco las industrias contaminantes que han reducido de manera drástica los estándares de vida en sectores donde están instaladas, como Ventanas, Tocopilla o El Melón. El verdadero problema de esos empleados y aquellos habitantes de villorrios saturados de esmog es que están demasiado gordos, lo cual los impulsa a ver todo de un modo negativo. ¡Qué bien! Papá Estado no nos ha abandonado; al contrario, a cada rato se preocupa por nosotros señalizándonos el camino con letreros de "no tocar".

 Se vienen malos tiempos para las personas obesas. Pero no porque el gobierno o el Congreso estén empeñados en tomar medidas que tiendan a disminuir sus quilos de sobra (si así lo fuera, estaríamos hablando en términos positivos). En cambio, se les está declarando culpables, por ejemplo, de saturar los hospitales con sus enfermedades cardiacas y respiratorias, obligando al Estado a desembolsar un dinero que no está dispuesto a entregar (pues en caso contrario hace rato que la salud pública habría salido del atolladero en que se encuentra). Las actuales campañas no van en contra de la obesidad sino en contra de los gordos, quienes son tratados de la misma manera que se hace en esos comerciales televisivos donde el ideal de belleza es la extrema delgadez. Una actitud que sólo acarrea más discriminación y segregación social para los afectados, que ahora caen al mismo pozo donde antes habían sido depostiados los delincuentes, los drogadictos y los borrachos. Pero alentada por el aparato estatal ya que constituye la solución más fácil y barata del asunto. Al preferirla, se desecha la posibilidad de fiscalizar a las productoras y distribuidoras de alimentos, que según las investigaciones periodístas, incluyen más gramos de sal y azúcar que los permitidos en las normativas internacionales -porque sí son aceptados en el canon local-, cuando no simplemente falsean la información que ofrecen en los rotulados. Sin embargo, todo eso queda superado con el afán de aumentar las horas de educación física en los establecimientos educacionales, una iniciativa que hará aún más visible la situación de los niños obesos, transformándose en blanco de los bravucones de turno.

Se ha dicho que el auge económico de Chile ha permitido que este país deje definitivamente atrás uno de los grandes fantasmas de las naciones pobres, cual es la desnutrición, legándonos en cambio la obesidad, que aparece como el polo opuesto. Quienes opinan así confunden, empero, desnutrición con malnutrición. En el primer mundo, con la excepción de Estados Unidos, en ningún territorio existe una proliferación de obesos mórbidos. Entonces, el asunto es que acá, al contrario de lo que ocurría en los años 1960-70, no hemos elaborado una política nutricionista y al parecer no nos interesa. Lo cual es muy decepcionante, pues en el resto de América Latina dichas medidas existen y están consiguiendo notables avances en disminución de las personas mal alimentadas.

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