domingo, 20 de marzo de 2011

Mellizos de Distintas Madres

Es la comidilla entre los conservadores norteamericanos y de los medios de información religioso-cristianos en general. Hace unos días, se informó en Oregon del nacimiento de mellizos que llegaron al mundo con cinco días de diferencia ya que fueron procreados en distintos vientres de alquiler. Por cierto que la situación no ha pasado sin ocasionar un intenso debate. Dentro del cual, los sitios antes mencionados han formulado auténticas declaraciones de principios, donde el calificativo más moderado que ha aparecido sentencia que esta conducta es contraria al plan de Dios y constituye una forma indeseable de abordar la maternidad. Si bien ya se han suscitado casos de similares características, éste es el primero que causa un impacto público más o menos importante, en especial porque los mismos progenitores biológicos de los bebés se han esmerado en darlo a conocer, mandándose en el intertanto, declaraciones tan poco esperadas como asegurar que si en el futuro sus hijos así lo desean, podrán convivir con las mujeres que cedieron sus úteros en arriendo. Por otra parte, la morbosidad que despierta esta coyuntura ha impulsado a los chuscos y frívolos de siempre a festinar con la cuestión, llegando a inventar un nuevo nombre para esta clase de partos: los "twiblings", contracción de los términos anglosajones "twin" (mellizo, gemelo) y "sibling" (hermano).

Uno puede tener diversas opiniones acerca de estas maneras tan poco convencionales de emplear la ciencia en beneficio de la felicidad y la satisfacción del ser humano. Pero quienes las rechazan de plano, apoyándose en sus convicciones religiosas, por un instante debieran detenerse a mirar la viga de su propio ojo. Pues estas situaciones son la consecuencia de la exacerbación de la maternidad y de la paternidad que se da en casi todos los círculos sociales; pero particularmente en los ambientes conservadores cristianos, muchos de los cuales detentan un nada despreciable poder político y económico, y por ende constituyen una amplia fuente de influencias. Bajo la atenta observación de los más conspicuos representantes de la fe, legisladores y empresarios -que en muchas ocasiones comparten esta mirada de la humanidad-, respectivamente, crean códigos que buscan favorecer la reproducción o despliegan agresivas campañas publicitarias para estimularla, en medio de la incitación a comprar un determinado producto que, desde luego, por su sola presencia es capaz de fortalecer la familia. Es un constante flujo de datos y de sentencias absolutas que por su talante termina eclipsando toda posibilidad de una opinión alternativa. Y donde se insinúa que para ser aceptado como una buena persona y útil a la comunidad, antes hay que engendrar.

Por contraste, el que no tiene hijos es, de acuerdo con la orientación que quiera dársele a las palabras, un maldito o un inadaptado. De hecho, las parejas infértiles suelen ser motivo de burla por parte de sus más cercanos. Algo que por cierto también aparece en el Antiguo Testamento y por eso es la principal motivación de los cristianos más intransigentes a insistir en la familia numerosa. ¿Qué le queda entonces a un matrimonio piadoso que sin embargo es señalado con el dedo? Si existe una posibilidad de cumplir con el principio de crecer y multiplicarse, por muy heterodoxa que sea, la utilizarán, al fin y al cabo eso es más conveniente que dejar de cumplir el plan divino. De allí que la inseminación artificial, los bancos de esperma y los arriendos de matriz hayan tenido tanta aceptación desde que se revelaron como métodos exitosos. Es verdad: los elementos reaccionarios han advertido que tales situaciones son distorsiones y quienes se inclinan por ellas corren el riesgo de jugar a ser dioses del mismo modo que aquellos que aceptan la anticoncepción y el aborto (incluso la fertilización in vitro puede ser considerada, desde cierto punto de vista filosófico y ético, como la contrapartida a la interrupción del embarazo). Pero basta otear la realidad para darse de la preeminencia social de la que gozan quienes tienen vástagos. Si los niños hoy son el centro de atracción, aunque se trate sólo de aspectos superficiales, lo cual es suficiente para recomendar la adquisición de uno a como dé lugar. Y en eso los grupos religiosos también han aportado más de un grano de arena. Es más: si se observan las fotografías donde los mellizos citados en este artículo están junto a sus padres recibiendo los regaloneos de rigor, las imágenes son similares al ideal de familia feliz propugnado por los cristianos más recalcitrantes. Han sido criados en la valores tradicionales y esenciales, y eso los arrastró a hacer lo que hicieron.

Lo que les resta a estos movimientos conservadores es no malinterpretar la doctrina una vez más y por ende evitar despotricar contra estos niños, algo que suele suceder. Lo cual no deja de ser curioso, porque cuando una mujer que ha resultado embarazada producto de una violación, trata de solucionar su problema recurriendo al aborto, estos cristianos la acusan de asesinar a una víctima inocente. Condición que comparten con los denominados bebé probeta, que sin embargo son tratados poco menos que como criaturas del diablo. Las mujeres que han decidido no ser madres, así como las que buscan tener un hijo pese a la adversidad, merecen idéntica consideración. Después de todo, son el resultado de un bombardeo mediático donde están fuertemente involucradas las iglesias.

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