domingo, 13 de marzo de 2011

Los Valores Cristianos de Europa

Ante la cada vez más constante arremetida de inmigrantes de fe musulmana a Europa, algunos con documentos y varios otros no; y el consiguiente aumento de las tendencias xenófobas entre los votantes nativos del Viejo Continente: muchos dirigentes políticos, en su afán por acceder al poder o retenerlo -lo cual, en todo caso, es parte de su trabajo-, han venido apelando, en el último tiempo, a los supuestos "valores cristianos" que fundaron a sus respectivas naciones. Según tal predicamento, ahí está la base de un grupo de sociedades tolerantes y libertarias capaces de asociarse mutuamente, superando con ello los conflictos fronterizos que de manera inevitable (y ellos lo dicen por sus amargas experiencias del pasado) arrastran a los pueblos a devastadoras guerras. Todo lo contrario al radicalismo islámico y su yihad, que exige la aniquilación a cualquier precio de los "infieles".

¿A qué se refieren estas personas públicas cuando hablan de "valores cristianos"? Uno podría, no sin argumentos sólidos, terminar la discusión aquí afirmando que se trata de declaraciones vacías, utilizadas con el único propósito de obtener beneficios electorales. Y bastante de aquello hay, si se considera que, producto de una serie de convencionalismos sociales, en Europa la costumbre de acudir a las urnas a sufragar es más propia de los habitantes aborígenes y en menor medida, de los advenedizos que llevan unas cuantas décadas viviendo en el continente, los cuales sienten miedo de sus congéneres que vienen a disputarles un cupo en el puesto laboral que con tanto esfuerzo lograron conquistar. Sin embargo, cabe recordar que el Viejo Mundo lleva más de dos siglos tratando de desterrar los aspectos más elementales del dogma de Jesús; más que nada, porque en nombre de ellos, el catolicismo y algunas iglesias reformadas locales cometieron atrocidades como exterminar a quienes pensaban o eran sospechosos de portar una idea diferente, aparte de fijar una serie de prohibiciones que en la actualidad parecen absurdas; pero que hasta sólo cincuenta años, podían significar una condena a muerte en determinados sitios del territorio europeo. Incluso, se tomó distancia de las diversas confesiones cristianas, por sus demostraciones de intolerancia contra individuos que profesaban otros credos, entre ellos los musulmanes. Durante mucho tiempo se propagó la idea de que el arraigo de la democracia y las libertades civiles eran una consecuencia de la preminencia de la razón sobre la religión, que en el futuro más próximo, debía resignarse a sobrevivir como una anécdota de carácter turístico.

No obstante, el fatídico destino que se había proyectado para las vapuleadas religiones hoy se encuentra lejos de cumplirse. Al menos así ocurre en el caso del islam, que gana cada vez más adeptos en Europa -incluso entre quienes no provienen de países musulmanes-, mientras las confesiones católica y evangélica experimentan un sostenido declive. Además, la cohesión que demuestran los practicantes de la fe mahometana les permite llevar adelante un proselitismo capaz de arrasar en zonas donde en la práctica no existen enemigos ni barreras de contención, pues la apelación a la "libertad de conciencia" racional y racionalista, vigente a partir de la Revolución Francesa, en una situación como ésta es aplicada en sentido negativo, ya que se limita a recomenar que cada uno piense y actúe como le plazca, pero que acepte y respete las convicciones del vecino, y permanezca en sana convivencia con él. Entonces, en un intento desesperado por contener el tsunami -como un tipo que creyéndose dios se para enfrente de la ola y le ordena retroceder-, extraen del baúl de los objetos olvidados un recurso que resulta contradictorio e inconsecuente, en definitiva risible. En especial, porque ninguna congregación cristiana, de la subdivisión que sea, se mostrará favorable alguna vez al aborto o la eutanasia, instancias que forman parte de esa autonomía individual que los europeos intentan vender. Algunas, como el catolicismo, de hecho ni siquieran aceptan el divorcio o el empleo de anticonceptivos.

La verdad es que esta apelación a los valores cristianos, equivale a aquellos penitentes que ante un desastre de proporciones se vuelcan en masa a los templos implorando perdón por su vida licenciosa. De nuevo, nos encontramos con sujetos que regocijaron por décadas despreciando a Jesús, pero que retornan a él cuando el edificio se les desmorona. Siempre aseveraron que tales tendencias eran ajenas a la Biblia y que sólo podían emanar de la razón. Pero incluso, ciertas cuestiones que identifican con el cristianismo son en realidad una amalgama donde se divisan dogmas, convencionalismos personales, ideas tomadas de pensadores varios y preceptos de las religiones orientales. Estas últimas, en determinados casos, adquieren una importancia mayor que la misma fe del camino. La que estos sujetos sólo emplean en beneficio propio, como los que llaman "señor, señor" para ser vistos y admirados en las plazas públicas, pero que en realidad son sepulcros blanqeados.

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