domingo, 11 de abril de 2010

El Traje Deportivo No Incluye Velo

Fuera de un campeonato juvenil a disputarse en Tailandia, se quedó una selección femenina iraní de fútbol de salón. ¿La causa? Sus integrantes insistían en utilizar el velo, de acuerdo a la imposición religiosa islámica, cuestión que la FIFA, que rige en este deporte de igual modo que lo hace en el balompié convencional, no aceptó. En cierta forma, el organismo actuó de manera consecuente, en base a su propia jurisprudencia histórica. Ya que en épocas anteriores, prohibió el uso de los pantalones para ciclistas, cuando tal vestimenta se tornó muy popular entre los jugadores. En paralelo, les ordenó a los deportistas que se metieran la camiseta debajo de sus cortos, so pena de una amonestación por parte del árbitro. Y hace poco, proscribió también la exhibición de mensajes de cualquier índole en las poleras interiores, con lo cual, quienes saludaban a Jesús cada vez que marcaban un gol, debieron contentarse con expresar su devoción y gratitud sólo elevando sus manos al cielo. Restricciones que, en todo caso, obedecen a una intencionalidad puramente estética, quizá con el propósito de que los campeonatos se vean limpios en las cámaras de televisión. Aunque es justo recordar que la entidad también se ha preocupado por quienes la sostienen, y ha prescrito el uso de canilleras para prevenir el sida. Podrían hacer algo parecido con las afecciones cardiacas, a fin de evitar las muertes por infarto en medio de la cancha, que han proliferado como una epidemia en todas las ligas y torneos.

No es por defender al islam ni mucho menos al régimen iraní. Tampoco se trata de sospechar, una vez más, de una decisión de la FIFA, sólo porque se trata de un poderoso organismo internacional (de cualquier forma, ya acumula casi tantos cuestionamientos como el Vaticano, los cuales serían superfluos de detallar aquí). Pero personalmente, de encontrarme en una situación similar, les habría permitido competir a estas jugadoras con sus cabellos cubiertos. Después de todo, representaban a un Estado confesional islámico, en el sentido más conservador, integrista y reaccionario que puede conllevar esa palabra, tratándose de una religión específica. Cabe recordar que los seguidores de Alá siempre buscan impedir a cualquier precio que sus mujeres luzcan sus cuerpos, ya que puede generar una atracción maliciosa en los hombres, volviéndolos propensos a cometer el pecado de lascivia. Pues bien: una actividad humana que requiere en buena medida de un vistoso uso del cuerpo, es el deporte. Ergo, las féminas musulmanas quedan inhabilitadas para practicarlo, y en casos más extremos hasta para presenciarlo (en Irán a las mujeres no se les permite ingresar a los estadios). Sin embargo, en la situación que nos atañe, un país islámico en extremo observante, aceptó que un puñado de compatriotas formara parte de una competición. Desconozco la opinión de los clérigos iraníes respecto del particular; es probable que ni siquiera la hayan emitido en público: pero doy por sentado que no fue la más favorable. En cambio, la autoridad civil trató de mostrar un signo de apertura para lo que sólo exigía preservar un símbolo que indicara cuál es su cultura, algo que al parecer la FIFA no entendió o interpretó mal. Además, cabe agregar que este equipo se ganó su derecho superando una ronda de clasificación, de lo que se desprende que ya habían corrido en una cancha con el velo sobre su mollera, sin contar la serie de encuentros amistosos que sostuvo a fin de llegar más preparadas a la cita.

Es cierto que el velo islámico es, al menos para la opinión pública no musulmana, una demostración de los restrictiva que es en algunos lugares la religión de Mahoma, especialmente en el asunto de la discriminación por género. También, es admisible hasta cierto punto, que la FIFA quiera aplicar ley pareja, ya que si impide las dedicatorias a Jesús mencionadas en el primer párrafo, debe actuar con idéntica vara ante el emblema de otro credo. Pero repasemos un poco el pasado: antaño los futbolistas utilizaban camisetas más gruesas y pantalones más largos que los actuales, fuera de que también se cubrían el cabello, en su caso con una boina. Ignoro si este último adminículo era obligatorio, pero su uso marcaba la diferencia entre la caballerosidad y la vulgaridad, cuando dichas características aún contaban con un fuerte peso social. No obstante, podemos, incluso en la actualidad, encontrar diversas situaciones donde el traje deportivo ha despertado una enconada polémica. Por ejemplo, en el tenis femenino, donde muchos -y especialmente muchas- consideran que la minifalda degrada la dignidad de la mujer. Varios colectivos feministas han ido más allá y han espetado que tan peculiar vestimenta desvía la atención y convierte a estas competiciones en banales exhibiciones de muslos y pantorrillas, alimentando un discurso misógino entre sus colegas varones, quienes se solazan hablando de la mala calidad del tenis de damas -lo cual es cierto, al menos hasta determinado punto-. Y conste que se trata de una controversia diametralmente opuesta a la que motivó este artículo, pues en un caso hablamos de tapar y en el otro de mostrar. Aunque cabría preguntarles a esas activistas del círculo de Venus, qué opinan de los inicios de este deporte, cuando las mujeres jugaban con enaguas y polleras que les cubrían hasta el tobillo.

Más allá del eslogan que asegura una mente santa, el atleta es ante todo un homenaje a la exaltación del cuerpo. Lo sabían los griegos, que competían totalmente desnudos en los Juegos Olímpicos. Y muchas culturas contemporáneas que organizaban campeonatos de lucha, donde se peleaba, si no mostrando íntegro el cutis, con una delgada cincha que a duras penas trataba de ocultar las partes pubendas. Lo cual, en determinados casos, suele llegar hasta nuestros tiempos; si no creen vean los comabates de sumo japonés, donde los obesos contendientes otrosí son repulsivos según los cánones occidentales de la belleza. El traje se diseñó tras la consolidación del cristianismo, con el fin de que no quedara a la vista (tanto literal como metafóricamente) ningún rastro de la cultura pagana y menos de sus licenciosas costumbres sexuales. Más aún: ciertas firmas comerciales han lanzado, en la piel de atletas de alto rendimiento, ropa deportiva que según sus estudios permite mejores resultados. Dichos vestidos dejan más a la imaginación que sus pares más tradicionales. La verdad sea dicha, si de consecuencia se trata, lo más sensato es despojarse de poleras y cortos y desafiar a los demás como lo hacían los antiguos heléncios. Aunque, es preciso acotar que en esos torneos sólo participaban varones.

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