martes, 16 de marzo de 2010

La Conspiración de los Payasos

He escuchado decir que el terremoto que afectó a la zona central chilena el veintisiete de febrero, así como su similar que en enero devastó a Haití, pudieron ser provocados artificialmente, mediante un supuesto mecanismo de origen norteamericano, que sería identificado con la sigla HAARP. Se trataría de una repartición secreta del gobierno de Estados Unidos, destinada a ocasionar temblores violentos en aquellos países que son susceptibles a estos fenómenos, a fin de atemorizar a sus respectivas autoridades, con el propósito de convertirlas en aliados incondicionales de la nación gringa, y de esa manera, penetrar de manera más sencilla en esos territorios siniestrados, favoreciendo los intereses de las grandes multinacionales con asiento en California o New York.

Desde luego que tal explicación no resiste ni el más ingenuo de los análisis. Y sólo basta saber de qué modo se producen los temblores de tierra para descartarla. Además, debido a la globalización y a la expansión de las medidas capitalistas sugeridas por Milton Friedman, los estadounidenses ya no necesitan recurrir a acciones de fuerza para introducir su así llamado imperialismo. Pero estas conjeturas tan disparatadas, sirven de motivo para discutir toda esta parafernalia de las conspiraciones internacionales, que se ha puesto de moda en las últimas décadas. Que los hombres de negro, que los extraterrestres, que los iluminados, que las sectas secretas formadas por ciertos líderes mundiales, que seres traspuestos e incorpóreos que han sido ocultados por ahí... Lo curioso de todos estos disparates, es que son creídos y difundidos por sujetos que se autodenominan librepensadores: término que, en concreto, significa que siempre serán los últimos en afiliarse a una iglesia tradicional, aunque el Apocalipsis esté ocurriendo enfrente de sus ojos. En sus mentes, se alojan todos los prejuicios y clichés que fomentan el rechazo a las confesiones más significativas, sean éstas cristianas o no.

Sin embargo, ignoran que tales fantasmas fueron creados precisamente en el seno de los credos que ellos detestan. En efecto, las primeras alarmas -falsas, claro está- que advertían de pactos malignos y antisociales fueron encendidas desde el Medioevo por la Inquisición, tribunal que, en favor de ocultos y oscuros propósitos de la curia católica, inventó las alianzas de brujas, los afanes destructivos de los herejes, e incluso, fabricó acusaciones antojadizas contra miembros de su propia comunidad, como los templarios, de los cuales se llegó a decir que practicaban sacrificios humanos. No obstante, el antecedente más inmediato de las elucubrucaciones que han surgido en el último tiempo, es la denominada "conspiración satánica", expresión acuñada por algunos predicadores evangélicos norteamericanos allá por 1970, época en que proliferaban los movimientos sociales y las obras artísticas que llamaban abiertamente a rebelarse contra los convencionalismos que imperaban en ese entonces. Tales ministros pusieron especial atención en las creaciones de la música popular, punta de lanza de aquellas manifestaciones. Y concluyeron, más en base a su propia formación que a una investigación exhaustiva, que todas las estrellas de rock y pop de entonces tenían una negociación secreta con el diablo, quien les facilitaría la posibilidad de acceder a la fama, a cambio de glorificarlo en sus canciones, a él y a todo lo que representa, cosa que los fans, jóvenes en su mayoría, a través de la influencia de sus ritmos, reprodujeran en el diario vivir lo que recomendaban las letras de tales temas. Así apareció toda esa teoría de los mensajes al revés y el concepto de la subliminalidad. Al final, con sus campañas del terror sólo consiguieron asustar y ahuyentar a los potenciales feligreses, de peor manera que lo que podrían haberlo hecho los demonios con sus réprobas prácticas.

Dicha conspiración es la madre de todos los acercamientos contemporáneos al tema. Incluso, se pueden distinguir elementos similares: campaña del terror mezclada con banalidad, abundancia de terminología seudocientífica, cúmulo de conclusiones no reflexionadas pero emitidas de tal forma que son capaces de convencer a un receptor ingenuo o desinformado. Más aún: a propósito de que estas teorías provienen de las iglesias reformadas más conservadoras de Estados Unidos, es interesante constatar que cargan con un evidente tufillo a integrismo religioso y a falso intelectualismo muy propio de la disgregación que caracteriza a las sociedades cruzadas por el nuevo liberalismo económico. Ahí donde, ante la competencia feroz, es urgente disponer de salvavidas de consumo rápido, lo que significa que deben ser ramplones, de escaso contenido y repletos de sentencias definitivas. En épocas más antiguas, el miedo era ocasionado por la autoridad sobreprotectora que tenía una especial debilidad por dejar caer la espadas; hoy, es provocado por la desprotección y la inminente posibilidad de sucumbir a cada instante.

1 comentario:

  1. Léase a sí mismo, porque en el fondo está defendiendo que estamos rodeados de conspiración.

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