miércoles, 3 de marzo de 2010

El Supuesto Castigo Divino

Desde el primer momento, resulta contradictorio emplear el término "castigo divino" para describir a un ser que, según los principios del cristianismo, es tan misericordioso como todopoderoso. De acuerdo: el Antiguo Testamento nos detalla minuciosamente sus variados e incontables estallidos de cólera, mediante un narrador que siempre está de acuerdo con los desquites resultantes. Pero cabe señalar, en base a la lógica de la Biblia, que la época veterotestamentaria es testigo de una revelación inconclusa y por ende imperfecta, resumida además, en una sistema de creencias (y espero que no se me malinterprete, pues en ningún caso busco denostar a la religión judía) igualmente incompleto, todo lo cual no puede entenderse a cabalidad si no se considera el acontecimiento final: la muerte y resurrección de Jesús.

Y cuando se llega al último versículo del Apocalipsis, y se comprende honestamente lo que se ha leído: se cae en la conclusión clara y categórica de que Dios no castiga. Puede enviar pruebas, lo cual se encuentra perfectamente bien tipificado. Pero hasta la salvación o condenación eterna del hombre, es producto del libre albedrío de éste y no de una fuerza incontrarrestable que a cada rato le está enviando catástrofes dolorosas como un modo de reprimirlo y enmendarlo. Llevándolo a terrenos más, por decirlo de alguna forma, intelectuales, esta relación es más comparable a aquello que los especialistas en educación infantil denominan "consecuencias lógicas", a través de las cuales el sujeto se hace responsable de sus actos en vez de actuar de manera autómata delineado por una entidad que se impone sólo porque cuenta con mayor autoridad y poder. Más aún: es probable que tal método de enseñanza y aprendizaje, jamás hubiese sido posible de no contar la humanidad, al menos la occidental, con una formación cultural cristiana. Aunque se trate de la variante del cristianismo más estricta y represiva imaginable, y de que sus teóricos, para redondear correctamente la estructura, debiesen recurrir a elementos filosóficos orientalistas.

Y es que sólo así se puede contar con personas reflexivas que al fin y al cabo, son las más propensas a expresar fe: un acto que tiene componentes emocionales, pero que en su praxis requiere de la razón. El cristianismo es, en definitiva, una forma compleja de pensamiento -que no es lo mismo que algo poco comprensible o poco legible-, donde es necesario el esfuerzo, siquiera mental, para elaborar una defensa coherente y convincente del sistema de creencias. Logros que no obtienen recibiendo latigazos sobre la espalda. De hecho, analicemos los desastres naturales, que para los incondicionales de esta teoría, son las muestras más palpables de un castigo divino. Las inundaciones, sequías y huracanes, cuando menos su nivel de destrucción entendido en forma directamente proporcional a la pérdida de vidas humanas y el número de afectados; en muchos casos tienen como principal causa a la mano del hombre, que ha sobrepoblado el planeta, contaminándolo y arrasando con vastas extensiones naturales (en muchos casos, innecesarias para su subsistencia, como las llamadas "parcelas de agrado" que eliminan terrenos agrícolas), lo cual deja a una gran cantidad de poblaciones acorraladas en áreas muy pequeñas y férreamente delimitadas. Los movimientos telúricos, por su parte, cuentan con la desgracia, para nosotros, de ser repentinos e impredecibles; pero aún así, la alta concentración de habitantes en espacios reducidos, unido a la baja calidad de las construcciones, genera un daño que casi siempre se puede evitar.

Recordemos que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios exige que sus fieles sean una comunidad de sujetos activos y que estén siempre dispuestos al movimiento y a la acción, cosas que no suceden sin una cuota, por mínima que fuese, de innovación. Cualidades que no se adquieren mediante el uso del castigo, que termina creando seres temerosos e incapaces de atreverse a romper moldes, algo que está en el mensaje del "nuevo nacimiento" que significa la conversión del corazón. Además, la aplicación de esta forma de enrielamiento elimina la posibilidad del arrepentimiento y del reconocimiento del error, pues lo torna innecesario. No cabe la opción del perdón, pues el yugo siempre tira al esclavo por el camino que el amo estima conveniente. Y puedo aseverar que no es ése el camino de salvación.

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