domingo, 5 de julio de 2009

El Rostro Oculto de la Preñez

Todas los credos, casi sin excepción, así como un sinnúmero de ideologías del más diverso orden, señalan, o en último caso apuntan al pasar, que no hay nada más hermoso, o más importante, en la vida que tener hijos y presevarse a través de ellos como un legado. Parece que fuera una declaración que justifica moralmente incluso a la más disparatada de las ocurrencias, y que incluso, la legitima en la sociedad. Será tal vez, porque la reproducción es una práctica tan antigua como la religión. O porque en todos los lugares, al menos hasta el siglo XIX, los sacerdotes dependían de los nobles y los acuadalados para subsistir, y éstos solían contar con una extensa prole, ora por la escasez de métodos anticonceptivos, ora debido a que tras su muerte sus bienes debían ser traspasados a alguien que tuviera su sangre, y de ese modo, impedir que personas menos afortunadas subieran en el escalafón social.

Aunque habría que decirlo, no en toda la Antigüedad ha sido así. El cristianismo, por ejemplo, fue el primero en establecer que el matrimonio y la descendencia no eran condiciones indispensables para ganarse el favor de Dios; es más, podían ni siquiera estar en la lista de méritos exigidos para ganarse el cielo. Por desgracia, la iglesia católica, motivada por la protección de sus conversos más adinerados -que luego retribuían muy bien a los curas-, no lo interpretó así y arrinconó la soltería al oscuro confesionario sacerdotal, en donde, a futuro sólo se le podría observar con un dejo de compasión. La Reforma no lo hizo mejor, sobre todo, al percatarse Lutero y sus seguidores, de los desmadres cometidos detrás del celibato consagrado; y remató en un error aún más grave: obligar a sus feligreses a casarse, a más tardar alrededor de los vente años, pues no hacerlo constituía un pecado; así como la incapacidad -externa o voluntaria- de engendrar hijos debía considerarse una maldición producto de una maldad no enmendada por los padres o nunca redimida a un antepasado. Antes incluso, el budismo planteaba tímidamente algunas circunstancias en las cuales se podía vivir no emparejado, aún cuando éstas cayeron en desuso con el tiempo.

Pero lo interesante, es que ya en el pasado, y en el mismo seno religioso, existían voces disidentes que planteaban que el engendramiento podía incluso llegar a ser nocivo. En la actualidad, la ciencia, la filosofía y la sociología han reforzado dichas tesis. El parir está repleto de acontecimientos que lo pueden transformar en algo funesto y peligroso. Primero, tenemos el problema de la sobrepoblación, y la consiguiente falta de alimentos y de espacio. Luego está la desigualdad social, pues son las mujeres más pobres e incultas quienes se embarazan más seguido. Como consecuencia de esos dos factores, está la incapacidad de mantener a niños que a la larga serán víctimas de malnutrición y baja escolaridad. Esto repercute en los padres, quienes acaban frustrándose y culpando de todo a sus vástagos, que se transforman en no deseados o en víctimas de un autoritarismo sostenido por el maltrato. Por último, cuando estos chicos lleguen a adultos, delinquirán y entonces la misma sociedad que incentivó su nacimiento, pedirá que dejen de existir.

Sin embargo, cuando se quiere orientar a los jóvenes y adolescentes, se insiste en utilizar clichés de buena crianza para referirse a la procreación, dejando en claro que es lo más bello posible. Si se informa de los puntos detallados en el párrafo anterior, se hace de tapadillo, velozmente, como si fueran un apéndice que, si llega a inflamarse, puede ser fácilmente extirpado. A quien expone los elementos negativos que puede acarrear una maternidad, con la seriedad que requiere el caso, se lo tacha de enemigo de la vida, de insensible al amor divino, o de -para que parezca más racional y científico- inadaptado y víctima de un trauma infantil. Pero ya es hora de decir basta a los buenos deseos, e inculcar desde la cuna, que la paridera tiene su lado negro, muy negro; y que si a la posteridad los receptores desean participar de ella, sepan que se meten en un territorio minado, en un abismo insufrible del cual es imposible salir.

1 comentario:

  1. Hola, Opus Deimos.
    Mañana enseñaré a hecer blogs a Directivos de EDA de la octava región. Les mostraré tu blog como ejemplo.
    Aprovecho de reiterarte mis felicitaciones por tus ideas y por cómo las expones.

    La próxima semana nos vemos en la jornada de Talca.

    Prof. Lester Aliaga

    ResponderEliminar