miércoles, 13 de mayo de 2009

Ángeles y Demonios en Hollywood

Luego de obtener suculentas ganancias con "El Código da Vinci", el trío conformado por Ron Howard, Tom Hanks y Dan Brown vuelve a adaptar al cine una novela de este último: se trata de "Ángeles y Demonios" que en formato de libro, a su vez, ya ha sido un éxito de ventas. No es para menos, tratándose de un escritor absolutamente comercial, inmerso en ese círculo que los norteamericanos llaman "best-seller", que corre por un carril distinto a la calidad literaria. A fuerza de golpes de efecto, conspiraciones de organismos multinacionales -aunque nunca empresas- y una prosa que sólo busca entretener, Brown ha recibido la indiferencia de los críticos, pero a la vez, las ansias de consumo del lector medio, que en términos de marqueteo, y ciñéndose a la idiosincrasia de los estadounidenses, es un equivalente del espectador medio en el cine.

Ambas obras, además, han sido duramente vilipendiadas por la iglesia católica. Este hecho, lejos de perjudicar su distribución, la ha aumentado, como en todas aquellas cosas que adquieren un morbo adicional luego que el papismo mete su nariz ( fenómeno, en todo caso, pronosticado y deseado por los mismos creadores). Sin embargo, a estas consideraciones se puede adherir un hecho más circunstancial, aunque no por ello sólo inherente al caso aquí tratado. Estamos ante una superproducción de Hollywood, extraída además, de la novela de un autor ampliamente aceptado en eso que se conoce como "establishment", aunque sea únicamente en su variante comercial. Dicho libro ha sido leído por personas de todas las edades y grupos sociales, universalidad que también pretende abarcar el filme. La herramienta más eficaz para conseguirlo, porque otrosí se condice con el estilo del relato literario, es mediante la pura diversión, insípida si la analizamos en términos intelectuales, pero que por lo mismo no queda mal con nadie y hace reír a todos. Excepto a los curas, claro. Pero resumiendo: la distracción es el mejor método para llegar a eso que en la calificación cinematográfica se conoce como "todo espectador". Y si hay una minoría que no se siente atraída, lo más probable es que se trate de sujetos que están alejados de algún modo del mundillo de las salas de cine, como los mismos sacerdotes católicos, que viven enclaustrados, obligados por sus votos de pobreza, obediencia y castidad. A eso, hay que agregarle que se lucha contra una superproducción cinematográfica, que tienen dos armas muy poderosas: el poder económico y la capacidad de negociación.

Ahora, si abordamos la cuestión desde un punto de vista más reflexivo, nos encontramos con una historia simple, ramplona si se quiere, que no ofrece los cuestionamientos de una, por ejemplo, "La Última Tentación de Cristo", que sufrió la censura en varios países del mundo y que también está basada en una novela, aunque de un autor bastante más valorable. Un tipo de oquedad que es necesario para que se den las características anteriormente descritas, que a su vez son indispensables en estas películas salidas de una fábrica de salchichas. Eso es algo que conocen los productores de Hollywood, y por ello nos invitan a participar del juego. El problema son aquellos espectadores con poco conocimiento de la Biblia, la teología o la historia del cristianismo, o incluso, de la historia de las religiones, que enfrentan una realización convincente que pueden llegar a asimilar como verdad absoluta. En efecto, muchos van a percibir lo visto en la sala de cine como cierto, algo a lo cual también apunta la inquietud del catolicismo. Sin embargo, cuando se ataca a una institución con sucesos inventados, el resultado final es muchas veces adverso a la primera intención. Probablemente, la iglesia romana, luego que la fiebre por comprar un boleto y ser testigos del más reciente éxito de taquilla pase, y ante el despeje de la niebla, tenga un nuevo pretexto contra quienes objetan su accionar, ante lo cual estaremos un buen tiempo sin capacidad de reacción. Fuera de que muchos emplearán argumentos extraídos del filme, con lo cual empobrecerán el debate, el que al final se tornará igualmente huero y perderá todo interés.

Por lo mismo, mi mensaje para aquellos lectores que tienen poco o nulo conocimiento acerca de los vericuetos de la teología crisitiana, les encarezco ante todo que no miren esta película en serio. Y a los que sí los tienen, que no despotriquen a priori contra ella; muy por el contrario, vayan a verla, y compárenla con la verdad revelada y los acontecimientos históricos, y descubren los errores en que en ambos campos incurre. Le podrán enseñar mejor a los espectadores desorientados, y tendrán más opciones de obtener una conversión

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