domingo, 14 de mayo de 2017

Mal Parida Y Mal Parada

Al margen de todas las críticas que se le pueden formular a los integrantes del Frente Amplio, sólo cabe elogiar la decisión tomada hace unos días con Javiera Parada, miembro de uno de los partidos de ese conglomerado, a quien se le impidió postularse al parlamento en las elecciones generales de noviembre próximo, debido a haber chocado con un poste manejando bajo los efectos del alcohol. Esto a pesar de las pataletas de la propia implicada en el incidente, y de los insólitos argumentos de quienes rechazan tal medida, que acusan a esta recién formada coalición izquierdista de obrar con la típica moralina ideológica de tintes mesiánicos que ha caracterizado a los movimientos históricos de ese sector político, no sólo en Chile, y que no sería más que una adaptación del integrismo religioso hecha al gusto de grupúsculos que al fin y al cabo igualmente buscan ser reconocidos como los únicos poseedores de la verdad.

Javiera Parada conducía ebria, lo cual es un delito tanto en Chile como en varias partes del mundo, incluyendo Estados Unidos donde ella fue agregada cultural del actual gobierno: de hecho en el país norteamericano estos deslices pueden llevar a su ejecutor a prisión. ¿Y por qué tantas aprehensiones respecto de estas actitudes? Porque pueden dañar a personas inocentes, y no creo necesario recordar los cientos de accidentes de tránsito que han dejado muertos y lisiados causados por un borracho al volante (que en la mayoría de las ocasiones sale ileso). Ahora: el reclamo de los defensores de esta persona -y de ella misma- quienes insisten en que no hubo nadie más involucrado y que finalmente fue la única perjudicada -además de su vehículo- carece de validez. Si así se procediera, entonces no podríamos juzgar a alguien que intentó matar a otro sujeto porque falló la puntería, o a una célula de terroristas que planificaban un atentado porque fueron descubiertos cuando aún lo elaboraban.

Como se señaló en el primer párrafo, resulta sorprendente -y por lo mismo inaceptable- la réplica de quienes han salido a apoyar a esta mujer atacando a su vez al Frente Amplio por su exacerbado mesianismo, característico de los revolucionarios de los años 1960, cuya expresión más visible y ridícula sería este castigo. De acuerdo: en dicho conglomerado existe mucho de eso. Pero una cosa muy distinta es aseverar que esta determinación se dio en el ámbito de una moralina anacrónica la cual estaría anclada en la conciencia de los ciudadanos de este país debido a la (nefasta) influencia de la iglesia católica, de la que ni los pensadores más libres habrían logrado zafar. Al respecto, en la última semana se ha oído a ciertos comentaristas decir que los integrantes del FA sienten ojeriza por Javiera Parada debido a la manera relajada y despreocupada con que tomaría la vida, mientras ellos gastan su tiempo en foros donde intentan definir los principios de la coalición, evaluando de paso la ortodoxia de los interesados y componentes, obligándolos además a leer determinados libros que luego deben ser discutidos y analizados en mesas redondas. Otros van más allá y acusan un nivel de intolerancia sólo comparable al de la homofobia. Craso error. Porque los homosexuales y los amorales pueden llevar adelante sus comportamientos sin dañar a sus semejantes, cuestión que no ocurre con los conductores ebrios.

El absurdo debate que ha provocado esta (acertada) decisión del Frente Amplio sólo ha sido posible en un país que mira con excesiva liviandad una conducta grave como lo es la de conducir bajo los efectos del alcohol. No olvidemos que hace sólo unos años fue promulgada una ley que castigaba con cierta severidad estos delitos, la cual en el último tiempo ha sido objetada y desconocida por los tribunales superiores, llegando a tacharla de inconstitucional. Mientras una persona que raya un auto arriesga penas de cárcel. Ahora, si de defender una conducta libertina pero a la vez supuestamente inofensiva se trata, cabe señalar que el manejo en estado de ebriedad ha sido el divertimento preferido de los oligarcas y los hijos de los más pudientes desde que se masificó el uso del automóvil, implemento ligado fuertemente al individualismo económico y al estatus. Por lo que en un país marcado por las injusticias sociales y la segregación negativa como es Chile, es casi un acto propio de la idiosincrasia nacional mirar con simpatía todo lo que conlleva la utilización de este medio de transporte, incluyendo los aspectos más positivos pero también los más repudiables. El asunto es que no solamente el conglomerado que ahora nos atañe, sino los políticos en general, están empeñados en acabar con esas desigualdades. Y en esto, y pese a todas las críticas que se le pueden formular -legítimas por lo demás- los miembros del FA hasta el momento han sido los únicos que han mostrado coherencia, en uno de los lugares más dolorosos -y por ello más importantes y trascendentales- como es el interior de su propia estructura. Cuestión que a la larga se agradece, en determinadas circunstancias, incluso con votos.

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