domingo, 28 de mayo de 2017

La Parábola de los Deudores

Varias curiosidades se pueden descubrir tras leer la parábola de los dos deudores (Mateo 18:23-35). Una, es constatar que ya en la Palestina del siglo I existían cosas como la bicicleta financiera y el préstamo a interés. Pero quizá la más importante, es que da la opción de homologar la actitud de los protagonistas de la historia con la conducta que los bancos acreedores europeos están teniendo con los países de ese continente que les deben dinero, situación que ha hundido a tales naciones en la miseria.

Recordemos el texto bíblico. Un patrón demandó a su siervo a causa de la enorme suma de dinero que le adeudaba, lo que en la práctica significaba que todas las propiedades de éste último saldrían a remate, las cuales no sólo eran materiales, pues en esa época se contaba como tales a la esposa y los hijos, quienes quedaban a disposición para ser vendidos como esclavos. El afectado imploró ante su cobrador entre otras cosas prometiendo que iba a pagar conforme tuviera recursos, y su súplica resultó tan convincente que éste accedió a retirar el libelo judicial y esperar una fecha indefinida. Sin embargo, cuando al rato después el perdonado se topó con su consiervo, dice el relato que lo agarró del cuello exigiendo el pago de una deuda que no era ni la centésima parte de la que le habían condonado. El agredido procedió igual como su inquisidor lo hizo con su primer amo. Pero en lugar de recibir la más mínima consideración, su acreedor exigió la confiscación de sus bienes y lo envió a la cárcel.

¿Qué han hecho los bancos europeos, sobre todo los alemanes, con aquellos países que les habían solicitado préstamos? En primer lugar, cabe señalar que estas instituciones sometieron a crédito unos recursos que el Banco Central del viejo continente les traspasó para que a su vez los distribuyeran entre las distintas naciones con absoluta libertad de procedimiento. Dichos dineros fueron entregados con un interés bajo (menos del dos por ciento), tasa que los intermediarios duplicaron y hasta triplicaron cuando les entregaron las platas a quienes se suponía eran los verdaderos beneficiarios. Es cierto que en este caso los consiervos, al menos en teoría, adeudan una suma mayor; pero cabe acotar que ésta fue aumentada a causa del mencionado interés. Si los Estados que hoy se encuentran acogotados por las exigencias de los organismos financieros tuvieran que devolver lo otorgado con un porcentaje extra racional, sería inferior al monto que sus prestamistas a su vez deben reembolsarle al fondo de origen. Y en cualquier caso estos territorios han demostrado que son más débiles que la banca, por lo que igual quedan en la situación del segundo siervo.

A lo mejor el empleado inmisericorde de la parábola buscaba a través de la deuda que su consiervo había contraído con él, cancelar parte del dinero que a su vez tenía que pagarle a su patrón. Conducta similar a la de los bancos alemanes que se están valiendo de los países europeos para saldar sus compromisos con el Banco Central continental. Por lo que no cabe más que reiterar que la Biblia ya había advertido de cosas como la bicicleta financiera. Que por lo demás siempre se da en una situación de subordinación. En la época antigua, de un amo con un inquilino y luego de éste con su propio dependiente. Y hoy, entre instituciones acreedoras una inmediatamente inferior a la que le antecede, como los eones en el gnosticismo. Ahora, y lo que hace la diferencia -en este caso para mal- de los tiempos actuales con lo contado en la parábola, es que no se ha procedido con estos organismos como el prestamista mayor lo hizo con el deudor malvado, al que finalmente demandó con las consecuencias descritas al comienzo del segundo párrafo. Quizá porque sólo se trate de un relato, los hombres no serán capaces de obrar con justicia. Pero no olvidar que sí puede hacerlo Dios.

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