domingo, 16 de abril de 2017

El Islam y América Latina

¿Por qué el islam nunca ha penetrado en América Latina? Es una pregunta que puede tener varias respuestas. Algunas muy lógicas, que no faltarán en ningún análisis. Pero otras, menos fáciles de hallar y que escapan a las perogrulladas de siempre; y que precisamente por eso le dan más contundencia a las conclusiones finales.

De las primeras, hay una bastante obvia que alude al origen geográfico e histórico. América Latina se encuentra a una distancia considerable de los centros de origen de la religión mahometana, de los cuales además está separada por el océano. Muy distinto a lo que ocurre entre África, Asia y Europa, continentes conectados entre sí, lo que permite el desplazamiento humano de modo recíproco a través de ellos. Esto se tradujo en que durante el siglo VI, los árabes, al alero de su líder y profeta, expandieran su credo por todo el mundo conocido tanto por las civilizaciones occidentales y orientales; y que tiempo más tarde, la colonización europea y los masivos movimientos migratorios aportaran lo suyo. En cambio, los territorios al sur de Estados Unidos vivieron durante muchos años en una situación de relativo aislamiento, que recién empezó tímidamente a revertirse en los años 1950 con el auge de las comunicaciones, lo cual ayudó a imponer y a consolidar el catolicismo, arraigado tras la dominación portuguesa y española, y en menor medida británica -en el Caribe- y francesa.

Pero fuera de estas explicaciones hay otras de carácter más bien sociológico. En Europa, Estados Unidos y hasta cierto punto Canadá, el islam ha conseguido insertarse en las comunidades debido a la inmigración. Pero también a causa de las conversiones que los clérigos musulmanes han obtenido entre la población más nativa. Y aquí hay algo que no deja de ser interesante. En el Viejo Continente, por ejemplo, los mahometanas tienen una fuerte presencia en sectores populares, en muchos casos marginales -y marginados-, donde existen bastantes personas de origen foráneo pero también -y a pesar de los movimientos racistas- varios caucásicos que han abrazado la religión. En América Latina existe igualmente ese cambio de fe. Pero los beneficiarios acá son los evangélicos, que están cumpliendo el rol de los islámicos en ciertos lugares del primer mundo: dar respuestas a los decepcionados con la decadencia de la creencia oficial.

América Latina es una zona extraña para el islam. Por geografía, historia y cultura se ve improbable que los musulmanes lleguen en algún momento del futuro a tener una presencia fuerte aquí. En esta parte del mundo hemos tenido nuestros propios movimientos de choque o más violentos, como las guerrillas armadas y la delincuencia común. Luego, la iglesia católica, aún mantiene una importante reserva, que sostendrá durante un buen periodo de tiempo. Y si se agregan los evangélicos, tenemos que la práctica totalidad de la demanda está cubierta. Aunque con esto de la globalización cualquier cosa puede suceder. Sin embargo, como siempre ha sido repetido por los discursos políticos, es menester que los propios pueblos decidan su destino. En el cual, la religión mahometana se vislumbra como algo muy extraño.

         

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