domingo, 2 de abril de 2017

Ya No Somos El Mundo

Tanto la ONU como las diversas ONG que operan en África han señalado que ésta es por lejos la peor crisis alimentaria que está viviendo ese continente en un siglo. Y a pesar de ello, no se han levantado campañas como la que inspiró el éxito radial "We Are The Word" allá por 1984 a propósito de la grave hambruna que entonces afectó a Etiopía. Ni tampoco los medios masivos de prensa han informado de la situación con el énfasis de épocas anteriores, limitándose a hablar del arribo de las precarias embarcaciones repletas de famélicos africanos que cruzan el Mediterráneo, relatos que sólo han servido para aumentar la popularidad de los dirigentes de partidos xenófobos y racistas.

Quizás el contexto socio político existente en 1984 explique el excesivo interés, al menos en comparación con la coyuntura actual, que se suscitó en occidente por la catástrofe que entonces vivía la Abisinia, bastante delicada por cierto, pero que finalmente abarcó una sola nación en una zona, el cuerno de África, frecuentemente víctima de estos eventos, en lugar de varias regiones del continente como está pasando hoy, las que además no tienen conexiones geográficas entre sí. En esos años los etíopes eran gobernados por un régimen militar comunista, que había asumido en 1974 tras derrocar a una de las monarquías más ancestrales de la humanidad, muy admirada en el Antiguo Testamento, alabada por los primeros cristianos que allí encontraron refugio constante contra las persecuciones romanas, y elevada a niveles míticos por el movimiento ras tafari. Cierto es que casi todos los Estados soberanos africanos tenían dictaduras de orientación marxista, ya que los soviéticos habían ejercido una fuerte presión internacional en favor de que estos territorios, colonias de sus rivales políticos, se independizaran. Sin embargo el antiguo reino kusita fue el único que se transformó en un satélite oficial de la URSS, recibiendo un trato idéntico y quedando bajo la misma órbita de influencias que los países de Europa del Este.

La campaña de recaudación de fondos alentada entonces, cuya cara visible fue difusión de la canción "We Are The World" (y cuyas ganancias obtenidas, si no terminaron en manos de productores o empleados, que a diferencia de los artistas sí cobraron o debieron cobrar por su participación en el single, se diluyeron entre los funcionarios del insufrible gobierno etíope), puede comprenderse en base a muchas causas, pero la principal de ellas fue sin lugar a dudas la situación internacional derivada de la Guerra Fría. En aquel tiempo además, cabe agregar que en Estados Unidos la primera magistratura era ocupada por Ronald Reagan, que desde su asunción se planteó hacer todo lo posible para que la Unión Soviética y el comunismo colapsaran (cosa que finalmente logró). Y una manera de anotarse un punto a su favor fue precisamente la de enfocar los esfuerzos en un satélite que se hallaba fuera de la zona de influencia más directa de los rusos, y que por ello representaba, al menos teóricamente, la opción más concreta de expandir el marxismo y el imperialismo moscovita a nivel mundial. De paso se aprovechaba una excelente oportunidad para denunciar los extremos a los que podían llegar los socialismos reales, por lo cual mostrar el padecimiento de los etíopes se tornaba un modo de provocar a la vez conmiseración (por la masa popular) e indignación (hacia quienes los regían), ambas cosas que luego y por un proceso lógico debían converger en una toma de conciencia. Y vaya que esto se consiguió, siendo la prueba más tangible de aquello la movilización de un importante grupo de artistas que sintieron que podían revivir el espíritu comprometido de las décadas de 1960 y 1970, cuando se organizaron diversos conciertos benéficos contra dictaduras impuestas por los norteamericanos o desastres igualmente serios que el sufrido por los abisinios.

Hoy la URSS no existe, los diversos conflictos que están desatados en África no son atractivos (aunque sí muy sangrientos y principales responsables de la crisis alimentaria que estamos tratando aquí) y varias de las causas que han derivado en esta terrible situación han partido por la intervención de alguna potencia occidental (Somalia, Libia, Costa de Marfil, Mali). Combinación perfecta para ocultar en tema y remplazarlo por esa hipócrita y a la vez evasiva idea de que la propia actitud de los africanos, que supuestamente no han sabido administrar sus respectivas independencias, es la principal explicación para los sufrimientos hace ya un buen tiempo. Una conclusión antojadiza que sirve para alimentar a los dirigentes xenófobos que crecen en el primer mundo a la par con el aumento de refugiados que les recuerdan a los habitantes de las naciones desarrolladas la asquerosa manera en que han manejado los asuntos que atañen al llamado continente negro. Y que de paso impide, siquiera por algún momento, señalar con el dedo a quienes décadas atrás impusieron un éxito radial que realmente poco y nada tenía de desinteresado, y que en la actualidad, cuando su ayuda es requerida con mayor urgencia, prefieren pasearse por los escenarios europeos y estadounidenses alabando o vomitando contra sus mediocres líderes sólo con el afán de ganar ese lugar en la prensa que debería estar reservado a cubrir las hambrunas.

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