domingo, 24 de julio de 2016

Luksic o El Millonario Como Víctima

Andrónico Lucksic podría haber pasado de los insultos que le dedicó el diputado Gaspar Rivas en su intervención ante el pleno de la Cámara, y no perdería un solo centavo de su inmensa fortuna por ello, ni se vería en desventaja cuando algún colega quisiese cerrar un negocio con él. Sin embargo, decidió cambiar de opinión respecto a lo planteado semanas atrás y a través de sus abogados presentar una querella por injurias en contra del parlamentario, quien acaba de ser desaforado por un tribunal, lo que en la práctica significa que queda suspendido de sus labores legislativas y además se transforma en disponible para enfrentar un juicio.

Una determinación en donde de seguro primó un análisis exhaustivo de la relación entre costo y beneficio. Aunque el desafuero es el primer paso de varios en esta historia, el conseguir una resolución judicial favorable que además perjudica a un emisario del Estado -que entre otras atribuciones, tiene la de denunciar a personas e instituciones que cometen actos que van en desmedro de la comunidad, ya que ejerzan en el ámbito público o privado- se torna un punto a considerar para quienes en un futuro pretenden igualmente salir al paso de este magnate. Luego, la publicidad gratuita que genera un evento como éste de modo inevitable deriva en ganancias pecuniarias, no sólo por el monto que el acusado deba cancelar en una probable indemnización, sino porque un triunfo final de Lucksic traería de manera aparejada e indivisible una felicitación de parte de sus colegas empresarios, lo que en esta clase de círculos se traduce en más interés por invertir y negociar con el victorioso que desafió la lógica de la opinión pública y luchó con todo por restablecer su honra y hacer justicia. Y eso, a la larga, puede traducirse en una legitimación de sus actividades, algunas muy discutibles y oscuras -y que provocaron el disgusto oportunista de Rivas-, como lo que ha acaecido en Caimanes o Alto Maipo.

Lo más patético de todo esto es el doble rasero conque se trata a distintos actores de la sociedad chilena, incluso cuando desde sus ocupaciones personales ostentan un mínimo de poder, suficiente para contrarrestar a quien está enfrente. En los últimos años, hemos sido testigos del destape de innumerables casos de corrupción en donde parlamentarios y funcionarios del ejecutivo han recibido prebendas de parte de empresarios interesados en ser beneficiados por determinados proyectos de ley. Obsequios que han sido entregados, además, mediante la concreción de otros delitos, como la evasión de impuestos en el asunto del financiamiento de campañas electorales. Lo que ha derivado en la emisión de toda clase de vituperios en contra de los políticos, que van desde los simples improperios callejeros hasta los chistes más despiadados (varios de ellos, conteniendo acusaciones infundadas). Sin embargo, componentes de otros colectivos que también participaron en los desfalcos, no sufren una gran reprimenda judicial -ni social-; e incluso si un representante del aparato público los enfrenta -con palabras inadecuadas, aunque basadas en hechos comprobables- son favorecidos hasta por otros integrantes del Estado. Bueno. Es una prueba más de la relación entre el costo y el beneficio que Luksic y sus asesores escudriñaron antes de llevar esta situación a los tribunales.

Gaspar Rivas quiso asegurar sus quince minutos de fama. A costa de un número importante de personas anónimas o poco apreciadas por los medios masivos de comunicación que hace un buen tiempo le están dando peleas mucho más silenciadas pero más efectivas a Lucksic. El problema es que el empresario -y con esto quedó en claro que lo es- vio también su oportunidad y enseguida la aprovechó utilizando todo su poder, bastante mayor que el de un simple diputado. Para muestra, recordar que lleva un año y meses dándose el lujo de no cumplir una sentencia definitiva, la de derribar el tranque de relaves que mantiene en la región de Coquimbo, emanada de esos mismos tribunales que ahora lo favorecieron. Es decir que da lo mismo que no cumpla la ley porque ni el Estado es capaz de revertir la cuestión. Y después de esto, gracias a un parlamentario que se dio un gusto que sólo lo ha dejado sonriendo a él, podríamos tener como consecuencia perjuicios para una nación entera, que lo peor, sólo los empezaría cuando fuera ya demasiado tarde.

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