domingo, 1 de mayo de 2016

La Aspiradora del Aborto

Normalmente, cuando los activistas anti aborto quieren orientar la opinión de sus eventuales oyentes en alguna reunión o conferencia, se suelen centrar en exponer de forma detallada, muchas veces apoyándose en imágenes audiovisuales, el procedimiento de succión, aquel donde se extrae al feto del útero por partes estando vivo, y que la verdad sea dicha, resulta tan chocante de observar que incluso el menos dispuesto a otorgarle la calidad de persona a una criatura en gestación es capaz de reclamar por los derechos humanos de ésta.

Admitamos que la succión es un método cruel que no se condice con los parámetros de civilización que muchos afirman ya hemos logrado (y que suelen ser usados como excusa por parte de los pro aborto, en el sentido de que la admisión de esta clase de intervenciones representa la prueba de una mentalidad progresista y avanzada). Sin embargo, su empleo frecuente como modelo para forzar una toma de conciencia -más emotiva que reflexiva, en todo caso-, además del efecto obvio que provocan las imágenes expositivas, proviene del hecho de que esta operación se ejecuta con normalidad en Estados Unidos, país de origen de los más férreos detractores de la interrupción del embarazo, los cuales además están ligados a movimientos religiosos también iniciados allá. Pues bien. Resulta que este procedimiento se utiliza de preferencia en los hospitales y clínicas donde acuden las norteamericanas de clase baja, quienes están expuestas a cirugías todavía más brutales, como una donde se le inocula un químico a la mujer a través de la bolsa, y que ocasiona una lenta agonía al feto mediante intoxicación, solución en cualquier caso casi inexistente hoy, por las eventuales consecuencias físicas que le podría acarrear a la madre. Mientras que las estadounidenses que ostentan cierta holgura en sus ingresos, son capaces de costearse tratamientos más "suaves" y sutiles, que no siempre implican meterse en sus cuerpos, como las inyecciones o las píldoras.

Llegados a este punto, nos encontramos conque los anti aborto, o pro vida, como pomposamente osan llamarse, basan su poder de convencimiento en una exhibición morbosa, con la que se buscan resultados a través de aspectos mediáticos derivados de demostraciones parciales, sesgadas y manipuladas. Que además son una muestra de los niveles de segregación que existen en Estados Unidos, algo que las organizaciones cristianas suelen ignorar imbuidas por la doctrina del destino manifiesto norteamericano que en varias de ellas se considera igualmente como un designio divino. Una actitud que demuestra una insensibilidad social vergonzosa, sobre todo pensando en quienes se definen como los estandartes del mensaje salvador de Cristo. Ya que a la larga, y considerando el tenor de aquellas conferencias donde se exponen dichas imágenes, se emplea a mujeres pobres como símbolo de la maldad, en circunstancias que no son ellas las únicas que pueden llegar a decidir interrumpir el embarazo, sólo que no cuentan con los recursos para acceder a un método menos invasivo que las libere de transformarse en pasto de las peores condenas. Al final, el repudio de los asistentes se vuelca en contra de un determinado grupo de féminas, las asesinas mutiladoras a quienes se les debe prohibir que opten por semejante barbaridad. Y que más tarde encuentran enormes dificultades para criar un niño ya nacido, en un mundo donde por lo demás no reciben apoyo alguno de estos activistas alarmistas. Mientras las que son un poco más adineradas adquieren la garantía de caminar por las calles sin ser apuntadas, ya que su operación es más difícil de ser dada a conocer o en la peor de las situaciones su impacto es insignificante.

El método de succión, sí, es horrible. Pero manejamos mucha información respecto a él, primero porque se practica en Estados Unidos, de donde vienen los más furibundos detractores del aborto, y luego porque se reserva para los segmentos masivos. El uso de tal procedimiento demuestra la división de clases en el país del norte y la precariedad de su sistema de salud, sobre todo tratándose de los más pobres. Si queremos crear conciencia acerca de las consecuencias negativas de una interrupción del embarazo, entonces usemos argumentos sólidos y no caigamos al menos de forma persistente en el recurso fácil, que es lo mismo que actualmente hace el programa médico social estadounidense. Que al parecer no sólo está motivado por el abaratamiento de costos, sino también por el deseo insano de que la población que no importa sea objeto de castigo. Quizá esto se deba a la manera en que se legalizó el malparto allá, a través de una resolución judicial, y no de una discusión popular con la participación efectiva de los más afectados.

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