domingo, 1 de junio de 2014

Aborto o El Nuevo Santo Grial

A pesar de que el gobierno ha insistido en que sólo pedirá la aprobación del aborto para casos terapéuticos o de violación, ciertos grupos se han formado tal nivel de expectativas que ya suponen que el proyecto de ley irá más allá. Otros, con más entusiasmo que realismo, pretenden organizar protestas incluso enfrente de las altas autoridades de la iglesia católica, o en los frontis de los templos más emblemáticos de aquella religión, como en efecto ocurrió tanto el año pasado como hace unas cuantas semanas; convencidos de que con el bullicio callejero obtendrán réditos en cuanto a una mayor extensión del límite trazado para ejecutar interrupciones del embarazo. Desde luego, tal nivel de esperanzas no considera el poder de presión que a pesar de todos los golpes aún ostentan los sectores conservadores, entre los que por supuesto cabe agregar al romanismo. Más aún: la posibilidad de quedar nuevamente en nada es casi tan probable como la aceptación del malparto en los términos propuestos por la actual administración gubernamental.

Durante dos y media décadas, los curas han impuesto su visión moralina de las cosas y han logrado impedir que en las escuelas se informe acerca de los métodos anticonceptivos, lo cual ha sido una de las causas del aumento de la maternidad adolescente, además de constituir un retroceso respecto de la dictadura militar, donde, aún de manera acartonada, se mencionaban estos procedimientos con menos temores que ahora. Pero aparte de ello, han conseguido que los ciudadanos comunes tengan un menor acceso a cualquiera de los diversos mecanismos de planificación familiar, incluso de los que tienen la venia del Vaticano. Sobre todo esto, como guinda de la torta (o como demostración más visible de la pureza moral a la que nos han sometido nuestros auto proclamados tutores), se encuentra el impedimento al aborto bajo cualquier circunstancia, hasta en casos de fetos inviables que para colmo colocan en riesgo la vida de la madre. Bien: algunos aseverarán que esa última situación está aceptada en los códigos jurídicos -irónicamente descrita como "interrupción del embarazo"-; pero todos sabemos que la mayoría de los médicos se muestran dubitativos al instante de aplicarla por temor a ser sometidos a un encartamiento, y hay testimonios muy abundantes acerca del particular.

Quienes han contribuido a cimentar este cúmulo de restricciones no han tomado en cuenta que la prohibición del aborto no sólo se ha transformado en la evidencia más palpable del edificio que han construido, sino que también se ha tornado un punto de referencia para los detractores y enemigos declarados de esa misma estructura. De tal manera que estos últimos han terminado por dejar de observar otra cosa en el horizonte excepto la proscripción final, y hallados en una situación en donde ya no aguantan el exceso de sometimiento y requieren una urgente válvula de escape, no buscan otra cosa sino hacer daño en el elemento más simbólico de sus rivales, que además vislumbran como el único camino para liberarse tras un tiempo prolongado de opresión e injusticias. Es lo que está presente en los partidarios del malparto libre. Lo miran como un símbolo de desplome de algo que hace rato no soportan. Y en parte por ello, se han vuelto llanos a considerarlo como un método anticonceptivo a la par con los demás, aparte de la demostración de que lo antiguo e inaceptable ha sido por fin derribado. Es simple: los más relajados están participando del juego de los grupos conservadores, quienes deben sentirse orgullosos porque a la larga esto es otro saldo de su vocación tutelar para con el resto de los ciudadanos.

Consecuencias además de haber reducido la calidad del debate -y el foro mismo- a una insistencia enconada e irreflexiva en el "no". Fuera de utilizar la interrupción del embarazo como muletilla para advertir de lo que podría suceder si se liberaba esto o lo otro. ¿Cuántas veces les oímos decir a los curas, cuando se pretendía legislar sobre un aspecto de orden moral, que ello iba a conducir a un desprecio por la vida, sacando de manera abierta o subrepticia el asunto del aborto? Se insistió en él cuando se discutía la ley de divorcio, y de nuevo se lo citó cuando surgió el asunto de la píldora del día siguiente o cuando se quiso redactar iniciativas que ratificaran el protocolo internacional sobre derechos de la mujer (que aún no se aprueban en Chile, por cierto) El malparto era un crimen atroz y eso implicaba de forma adicional oponerse al uso de anticonceptivos porque ambas prácticas estaban relacionadas respecto del eventual rechazo a la maternidad. En la actualidad, una generación hastiada y carente de información lo apoya no sólo como mecanismo de planificación familiar, sino como un emblema de la necesaria independencia. Sí, señores del romanismo: ustedes han ganado. En dejar como herencia una masa irreflexiva que sólo atiende a las respuestas concretas que puedan reafirmar sus convicciones (precisamente lo que ocurre con la fe cuando se profesa de modo reaccionario). Afronten los resultados, en especial cuando ha quedado al descubierto que vuestra merced es incapaz de entregar dichas respuestas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario