domingo, 15 de junio de 2014

Aysén: Aguas en Libertad

Finalmente las autoridades asignadas decidieron no aprobar el proyecto Hidroaysén, ese mastodóntico complejo de once centrales hidroeléctricas que se planeaba construir en la región más virgen y deshabitada del país. Los que apoyaban esta idea, no perdieron la oportunidad de colocar el grito en el cielo. Arguyeron que los integrantes del actual gobierno prefirieron darle la razón a una montonera de ecologistas románticos e irreflexivos con la intención de no bajar la popularidad en las encuestas, antes que buscar una solución al problema de la generación de energía, que en todo caso es una de las taras más significativas a nivel nacional, coyuntura que se refleja en las tarifas de la luz, que se hallan entre las más altas del mundo.

Estamos de acuerdo en que el ecologismo es ante todo un movimiento religioso que se encuentra bastante alejado del rigor científico, incluso del que existe en la biología y en la ecología, disciplinas a las cuales sus integrantes pretenden acercarse. Sin embargo, eso en caso alguno constituye un subterfugio para negar una más que visible realidad. Hidroaysén era un proyecto demasiado elefantiásico, al punto que hasta se le pueden colocar calificativos como demencial o delirante. Hablamos de casi una docena de centrales hídricas, construcciones que de por sí ya son de gran tamaño, sin contar el indispensable anexo de los lagos artificiales. Un ecosistema determinado es capaz de soportar dos o tres de estas edificaciones, pero jamás once, y eso aunque cuente con una extensión más o menos amplia. Por si fuera poco, firmas ajenas a las que participan en esta iniciativa, pero que se encuentran ligadas por asuntos de negocios, aguardaban con ansias una decisión positiva sobre el particular, ya que deseaban agregar una decena de generadoras más, en un intento -consciente o no- de presentar a la región de Aysén como la gran abastecedora energética del país, en una especie de creación de una imagen turística y propagandística distinta a la tradicional, donde abunda la insistencia en un paisaje no tocado por la mano humana, en que destacan bosques impenetrables y ríos indomables, precisamente las características que por su lado defendían los detractores a la concreción del
complejo

Fuera de ello, cabría formular ciertas consideraciones, que dan para al menos sospechar del propósito expuesto de ofrecer la opción de reducir las cuentas de la luz, algo que en los últimos días ha sido tan cacareado por los defensores de este proyecto. Para comenzar, es preciso señalar que las centrales hidroeléctricas requieren la instalación de una costosa infraestructura, la cual después es preciso mantener con mucho denuedo. La generación de electricidad, por su parte está sujeta a los vaivenes climáticos, y de los lagos artificiales no se puede esperar una existencia tan larga (en promedio tienen cien años de vida útil y quinientos de vida en general). Además, hay un porcentaje de energía que se pierde en el transporte, y si consideramos que lo producido en Aysén iba a ser dirigido a la ya distante zona central y a las faenas mineras del norte, al respecto nos topamos con un curioso círculo vicioso (para compensar la cantidad derrochada es necesario construir una edificación más grade y cara). Sin contar que las torres de alta tensión tenían que construirse sobre un territorio que en algunas partes ni siquiera cuenta con caminos, por lo cual se trataba de una inversión gigantesca. Con esta amalgama de datos, uno llega a preguntarse qué de realista y pragmático -condiciones sine qua non para que una empresa económica llegue a buen puerto- tiene Hidroaysén. ¿Había un intento por parte de poderosos capitalistas de pasar a la historia? ¿O de demostrar que eran capaces de perfeccionar la naturaleza (que fue una de las mayores obsesiones de los comunistas soviéticos)? ¿Decir que convirtieron, principalmente gracias a su propio esfuerzo, a una región equis en la proveedora nacional de electricidad? ¿Volteando y transformando por completo su rasgo más visible? Tal vez sus propósitos eran más terrenales, por ejemplo traspasar los costes a los clientes y así obtener más dinero gracias a la especulación financiera. No lo olvidemos: lo de la eventual caída de las tarifas es más un subterfugio para blindar este proyecto frente a la opinión pública.

Uno no debe descartar bajo motivo alguno cualquier fuente de energía. Pero debe haber un justo y necesario equilibrio entre las distintas alternativas, ya sea térmica, hídrica, eólica, solar o incluso nuclear. Cualquiera que se prefiera de modo excesivo sobre las otras, aún con el pretexto de que es más limpia al medio ambiente (y en el caso del uso del agua, no es así), a mediano plazo ocasionará inconvenientes ecológicos. Y ya que mencionamos la producción de electricidad mediante quema de combustibles fósiles: en la región de Aysén existen importantes yacimientos de carbón, que a diferencia del que hasta hace algunas décadas se extraía en Lota, es relativamente estéril en términos de contaminación atmosférica. En la zona ya se ha instalado pequeñas minas, y los procesos de explotación han obligado al empleo de los siempre presentes químicos, que acá no son muy controlados por tratarse de un territorio ajeno a los más conocidos en términos de faenas mineras. Varios depósitos iban a quedar sumergidos por los lagos artificiales abastecedores de las centrales de Hidroaysén. Ahora queda una nueva opción de trabajo. Y un nuevo debate.

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