lunes, 18 de junio de 2012

Zombis Contra el Imperio

Frente a bochornos como el sucedido hace aproximadamente quince días, cuando la oficina de Higiene del Ministerio de Salud de Estados Unidos se vio obligada a emitir un comunicado en el cual daba por descartada la posibilidad de una epidemia que transformara a las personas en zombis, esto con el propósito de frenar una incipiente histeria colectiva que se estaba generando entre los norteamericanos a raíz de dos casos de canibalismo descubiertos en el país, donde ya algunos habían empezado a comprar armas y a tapiar puertas y ventanas: uno puede reaccionar de dos maneras. La primera y la más común, es dibujar una sonrisa en el rostro, y si se es ingenioso, inventar un chiste sobre el particular ojalá en tono de humor negro. La segunda es reflexionar acerca de las causas que provocan un fenómeno de tal envergadura, actitud que es algo más difícil de sostener y que además demanda un buen lapso de tiempo, pero que a la postre puede resultar bastante provechosa, al punto de ser capaz de permitir la redacción de un artículo de cuatro párrafos.

Cuando acaecen estos percances en el gigante del norte, uno tiende a repetir que "a estos gringos los tienen jodidos sus gobiernos y su política belicista". Es un factor a considerar, en especial si se exploran los innumerables casos de veteranos estadounidenses quienes, tras participar en una de las tantas guerras a las que con frecuencia las autoridades de ese país envían a sus ciudadanos, una vez cumplido su servicio no consiguen insertarse en la sociedad y acaban involucrados en delitos importantes. Por otra parte, en un hecho de connotaciones distintas pero que no deja de estar ligado de forma íntima con lo anterior, también se debe agregar esa devoción que sienten los norteamericanos al derecho de portar armas, que los impulsa a venderlas, prácticamente sin restricciones, hasta en supermercados y en almacenes de barrio. Una característica que les permite, al menos en las películas, aparecer como los únicos capacitados para contener un eventual ataque de zombis, pues a diferencia de los vampiros, que pueden ser eliminados clavándoles un pedazo de madera mientras duermen, a estos indeseables es preciso pegarles un certero balazo en la cabeza, sin contemplaciones morales o sociales de ninguna especie.


Sin embargo, es evidente que tras este bochorno es posible encontrar varias y multiformes causas más. Primero, está la ignorancia que los propios norteamericanos muestran acerca de estos temas. Para comenzar respecto a la mitología de los zombis, surgida en el vudú, religión animista de origen africano que llegó a América a través de los esclavos negros traídos a Haití. Todo lo que conocen acerca del asunto lo han aprendido de los filmes que se producen en su propio territorio, y dentro de ellos, en especial los que se han estrenado a partir de este siglo, cuando se produjo una explosión de interés por estos seres alentada por la volatilidad económica, los buenos aciertos de determinados realizadores y la serie de interpretaciones antojadizas y banales respecto del fin del mundo. Aquí se cruza otro aspecto, de carácter más social: el sistema educacional que rige a los gringos, sumamente desigual y comercial, lo que como siempre ocurre por lo demás, se traduce en una aberrante baja calidad de la enseñanza pública destinada a los sectores medios y pobres, que hace que los propios beneficiarios no la tomen en serio. Los estadounidenses reciben más información de los elementos de la cultura pop -televisión, cómic, radios, internet- que de las mismas aulas, llegando en los sectores más vulnerables virtualmente a instruirse con aquéllos. 


Finalmente, no se puede dejar a un lado la visión mesiánica que los propios norteamericanos tienen acerca de su papel en el mundo, conducta impulsada tanto por sus líderes políticos como eclesiásticos. El denodado afán de hacer el bien, incluso recurriendo a las invasiones de Estados soberanos, acarrea enemigos que tarde o temprano buscarán cobrar venganza. No las masas de atacantes, en cualquier caso -al fin y al cabo todos los hombres son criaturas divinas-, sino ciertos enviados del maligno que los han envenenado con un discurso de odio. En tal sentido los zombis son una caricatura sobre cómo los estadounidenses consideran a culturas, ideologías, etnias o movimientos religiosos de quienes desconocen su dinámica llegando determinadas características a parecerles chocantes por una cuestión de formación. En la época de la Guerra Fría, dichos seres podían ser considerados una encarnación del comunismo, que según la propaganda yanqui aplastaba la libertad individual en una dictadura diseñada para beneficio del dictador de turno. Y tras los ataques terroristas de 2001, se los puede comparar con los fieles del islam, un credo impulsor de un fanatismo alienante en un mundo que cada vez tiende más a la democracia y a la secularización. En diversas etapas, cada uno de esos paradigmas trató de destruir al generoso pueblo gringo, siendo frenados a base de armas de fuego.

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