domingo, 10 de junio de 2012

Democracia de Apóstatas

Nunca faltan aquellos que denuncian la supuesta apostasía de Barack Obama. Y menos ahora, que el presidente norteamericano anunció que de ganar la reelección de noviembre próximo, se la jugará porque el matrimonio homosexual sea legal en todo su país. Una inclinación que, de cualquier manera, en especial tratándose de Estados Unidos, donde muchas personas tienen una sensibilidad bastante peculiar hacia estos temas, lo más probable es que haya sido emitida después de un análisis muy exhaustivo de los asesores de turno, que además debió haber incluido un riguroso cálculo político de por medio, con el propósito de volver a encantar a las masas de ciudadanos progresistas que le otorgaron la victoria en 2008, pero sin dejar de menospreciar el poder de convocatoria y las influencias económicas y sociales de los grupos más conservadores.

Es precisamente aquella determinación la que ha impulsado a varios líderes eclesiásticos a lanzar sus más incendiarios epítetos en contra de Obama. Y entre ellos, por cierto que el término apóstata, un grave insulto dentro de la cultura evangélica norteamericana, se repite de manera insistente, expeliendo junto a él abundantes dosis de ira. A tal extremo ha llegado la indignación, que dichos dirigentes han llamado a los fieles bajo su cargo a darle la espalda al actual inquilino de la Casa Blanca en los próximos comicios, a pesar de mantener una filiación comprobada y comprobable en una congregación reformada, y preferir la oferta de la otra vereda, cuyo cupo es disputado entre un mormón y un católico. Atrás quedaron, al menos por el momento, los virulentos discursos que esos mismos líderes, con similares muestras de aversión, proferían en contra de esas opciones religiosas, junto con las respuestas no menos violentas y descalificadoras que recibían a cambio. Ahora, por un asunto de conveniencia, es menester estrecharse la mano y recordar siquiera por unos cuantos meses, algunas palabras recomendaciones dadas por Jesús en el sermón del monte.

Por contraste, estos líderes suelen contraponer al ejemplo de Obama, a una mujer que consideran poco menos que una heroína tanto en el campo político como en el de la moral tradicional. Se trata de la canciller alemana Angela Merkel, hija de un pastor luterano junto al que luchó contra el comunismo en la extinta RDA, y quien ahora estaría intentando sacar a flote a toda Europa y de paso al mundo de la crisis financiera internacional, a punta de medidas de austeridad, ajustes insufribles y la imposición de gobiernos tecnócratas y títeres a lo largo del Viejo Continente. No importa si tales medidas están generando un peligroso empeoramiento de la situación general, al reducir las fuentes de empleo y frenar el crecimiento, con el consiguiente aumento de la pobreza. Mientras los grandes medios de comunicación, controlados en su mayoría por consorcios cuyas cabezas visibles aseguran respetar los llamados valores cristianos ancestrales, insistan en que las cosas van por buen camino, revelación divina es. Entremedio se hace la vista gorda a diversos hechos que por sí solos pueden poner en duda la condición de la ungida. Por mor, que pese a ser evangélica, milita en un partido político de raigambre católica, el cual le abrió la puerta después de que accedió a entregar concesiones y a aceptar varias condiciones. Que además se ha dado apretones de manos con "la bestia": el papa Ratzinger, a quien, por tratarse de un connacional, y en determinada medida impulsada por esa diplomacia forzosa que los gobernantes aplican en forma parcial y con criterios dispares, le ha tolerado, incluso aplaudido, todas sus diatribas propias de la intolerancia religiosa que caracteriza al romanismo, entre las que se cuentan tratar de sectas a algunas congregaciones reformadas -con la mente especialmente puesta en las comunidades norteamericanas- y aseverar que quien abrace una fe distinta al papismo se va al infierno sin hacer escala en el purgatorio.

No sé qué será peor desde el punto de vista de la ética humana, si ceder ante los homosexuales o los inquisidores. Pero en el Nuevo Testamento queda claro que todos los pecados valen exactamente lo mismo ante los ojos de Dios y que si una persona lleva cualquier mácula en su alma, por minúscula que sea, es suficiente para caer en la condenación eterna. Otra cosa son las reparaciones, esenciales para limpiarse de las acciones que el derecho terrenal considera más graves. Sin embargo, aquí Obama y Merkel claramente se encuentran a idéntica altura y no obstante son medidos con distinta vara. Y atención, que la apostasía de la canciller alemana proviene de una raigambre más pronunciada, ya que pertenece a aquellas congregaciones europeas que en el último tiempo han tendido a aceptar pensamientos más "liberales" al interior de sus templos, siguiendo una tendencia que en Estados Unidos consideran que es un signo de la falta de compromiso para con los asuntos del Creador. ¿Qué marca la diferencia? ¿Que uno es progresista y la otra conservadora? Pues entonces estamos empleando un criterio más cercano a la ideología política, absolutamente ajeno al concepto de los valores cristianos. Lo que por cierto también puede ser considerado apostasía.

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