domingo, 12 de diciembre de 2010

Tú Sabes Que Soy Aguafiestas

Parece que las asociaciones de ateos norteamericanos ya no se contentan con llevar adelante su peculiar versión del proselitismo religioso. Ahora han colocado, en las avenidas de las principales ciudades de ese país, letreros publicitarios gigantes con una imagen del pesebre debajo de la leyenda "you know it's a Myth" ("sabes que es un mito"), instando a no participar en una fiesta que está basada en historias que supuestamente no han sido corroboradas por la ciencia. A modo de lápida y remate, tales afiches concluyen con otra frase: "en esta Navidad, celebra la razón". Desde luego, como opuesta a la fe cristiana.

Parece que una vez más, los enemigos de los dioses han sucumbido ante la tentación de responder con las tácticas de los movimientos religiosos más extremistas. Pues se pusieron a tiro de cañón para ser apuntados como los que este año pretenden "robarse la Navidad", ese término que usan todos los representantes de los ridículos pastiches que se dan por estas fechas -la banalización comercial, el seudo puritanismo, la cultura yanqui- para expresar el temor a perder las ganancias monetarias y de imagen que esperan conseguir. Y es que los sospechosos de tan abominable conducta -sobre todo pensando en los niños-, suelen ser tipos huraños, amargados y de permanente e incorregible mal carácter, carentes de emociones y que viven en un constante aislamiento en cuanto a relaciones humanas se refiere. Sujetos que en definitiva, no encuentran a quién entregarle cariño y que por ende acaban admitiendo que las muestras de afecto no tienen sentido. Algo muy diferente al goce que augura Richard Dawkins, uno de los más conocidos ateos militantes, para quienes optan por hacerse a la idea de que Dios no es real. Comparación que se torna interesante cuando nos metemos a analizar las dos caricaturas en las que se bifurca esa conducta. Por un lado, tenemos al acaudalado tacaño e insensible, al modo de Ebenezer Scrooge, que cumple con todos los rituales de su grupo social, incluyendo la asistencia regular al servicio religioso; pero que se ha encerrado en su individualismo por causas que ni él mismo puede explicar. En la otra vereda se halla el tipo marginado y resentido, al estilo de El Grinch, que ha padecido las injusticias de una población que no lo comprende, y a la cual pretende exigirle cuentas atacando su objeto más preciado. En ambos casos, se trata de productos no deseados y engendrados por una mala interpretación y una peor práctica del mensaje cristiano.

Lo curioso es que dentro de las organizaciones que aseguran seguir la doctrina de Jesús, hay determinados grupúsculos que se oponen a la celebración de la Navidad de manera tan enconada como lo hacen estos ateos. Quizá el caso más evidente sea el de los Testigos de Jehová, para quienes la natividad de Cristo tiene un origen poco menos que diabólico (si les falta una pizca para considerarla como tal, es porque niegan la existencia del infierno). Por ello, aquellos matrimonios pertenecientes a la congregación, que tienen hijos, no se hacen problema alguno cuando éstos se detienen a mirar a través de las ventanas los pinos adornados y rebozantes de regalos de, probablemente, sus compañeros de curso en la escuela. Tampoco les surge un inconveniente ético a los evangélicos que conmemoran el natalicio del Señor pero que igualmente rechazan los abetos y los obsequios por considerarlos una contaminación pagana (siendo que fue el propio Martín Lutero quien alentó dichas costumbres). Una clase de aguafiestas que justifican sus acciones basados en argumentos propios del integrismo, el fanatismo, la moralina irracional y la cerrazón enfermiza que tanto combaten los promotores del ateísmo, puesto que entre otras cosas, le hacen daño a sus semejantes, que en este caso son sus propios vástagos. Aunque ellos se comportan de la misma manera y sientan a los pequeños en sus rodillas para intentar explicarles lo que éstos nunca comprenderán: que la Navidad es fruto de la superchería y la ignorancia, y que a los vecinos se les ve con una sonrisa de oreja a oreja porque no saben que marchan camino a la perdición, que en este caso equivale a darle la espalda a la razón.

Tengo la fe -muy racional- que estos ateos militantes se rediman de la misma forma que ocurrió con Scrooge o El Grinch. No necesariamente en los términos de la conversión cristiana, aunque si llega a acontecer ese auténtico milagro de Navidad, sería bastante mejor. Pero al menos, que no se metan con la alegría de sus propios hijos, que todavía no cuentan con el discernimiento suficiente para distinguir lo bueno de lo malo, o para el caso, lo irracional de lo inteligente. Ya que les interesa mucho la acumulación de conocimientos, sería bueno que revisaran la historia de las religiones, para notar que esos padres autoritarios y ensimismados con lo espiritual, engendraron dos clases de descendientes: los herederos intelectuales que siempre desearon superar a sus progenitores, y los rebelados que no aguantaron más y se cambiaron de bando para eliminar lo que les había causado tanto sufrimiento. Cuando las dos tendencias se encontraron, siempre se suscitaron guerras y masacres atroces. Ahora estos muchachos podrían sin habérselo propuesto, repetir el círculo y dar origen a totalitarismos anti religiosos o a terroristas y sacerdotes pedófilos. Y estar sembrando la semilla de una próxima conflagración mundial.

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