domingo, 12 de abril de 2009

Sin Los Diabólicos Comerciales

Muchos se sorprenden de que, a pesar del estado de secularización en que hoy se encuentra el país, aún existan personas de todas las edades que guardan las tradiciones del Viernes Santo. Yo, de hecho, lo constato cada día y aún así me cuesta creerlo. No me refiero al cambio de dieta, de la carne a los mariscos, porque eso ya es parte idiosincrasia nacional, esté o no influenciada por la religiosidad. Sino en la amalgama de curiosidades que constituyen el luto que algunos llevan por la muerte de Jesús, muchas de las cuales ni siquiera estos penitentes son capaces de explicar. Se viste de riguroso negro, se clausuran puertas y ventanas, se corren las cortinas, se pasa el día escuchando música docta ( aunque se trate del brindis de La Traviata) y por supuesto, por nada del mundo se asoma aunque sea la nariz al antejardín. Es una jornada triste para muchos, aunque también, esos muchos vuelvan a la juerga la noche del sábado, con más bríos que de costumbre; pero no para celebrar la resurrección de Cristo, sino para desquitarse por haber perdido la oportunidad de gozar de un feriado o disfrutar de un fin de semana largo.

Y entre tantos rituales sagrados, hay uno que nunca se menciona, quizá porque tal aparato casi nunca se enciende durante este día. Se trata de la ausencia de cortes comerciales en nuestros canales de televisión, al menos, en lo que a oferta de productos de consumo se refiere. Es interesante que esta señal de recogimiento se haya mantenido hasta la actualidad, si consideramos que otros medios de comunicación han abandonado las suyas. Por ejemplo, las radios ya no emiten música docta, salvo un reducido número de estaciones muy tradicionalistas y que en casi todos los casos, se ubican en la AM. Los diarios definitivamente se olvidaron de la fecha, a no ser por una nota intrascendente que registra el saludo del arzobispado. Pero las televisoras continúan resistiendo, tal vez, porque en su condición de medios altamente masivos y por lo tanto influyentes, se sienten en la obligación de recordarnos que Chile es un país católico, aunque la reverencia por el papismo no vaya más allá de un grupúsculo social con el suficiente poder económico para imponer su opinión al resto. O quizá, lo hacen porque miembros de dicho grupo es propietario de su patrimonio.

Lo cierto es que, si este día sin propaganda comercial fuera cualquier otro, buena parte del país estaría rebozando de felicidad. No porque en las demás jornadas no sean mal vistas las manifestaciones de júbilo, sino debido a la excesiva cantidad de anuncios publicitarios que exhibe nuestra televisión, superior en comparación con cualquier otro territorio. Sin embargo, Viernes Santo debe ser la fecha menos atractiva en cuanto a propuestas de los canales. Se transmiten esos viejos filmes del Hollywood de los cincuenta, rodados entre decorados de cartón piedra, que sólo podían concebirse en un periodo tan oscurantista como el macartismo. ¿ Cuántas veces nos hemos topado con "El Manto Sagrado", "Ben-Hur" o "Jesús de Nazareth"? Honestamente perdimos la cuenta. Y lo más risible de todo, es que, como en los últimos años ha aumentado la cantidad de transmisores, estas películas empiezan a rotar hacia las empresas más jóvenes, no por una cuestión de herencia, sino porque cada pase reduce su precio. En contadas ocasiones, alguna entidad se ha atrevido a innovar con, por ejemplo, un documental acerca del tema, que los hay y de excelente factura. Peor aún: jamás se ha programado una cinta que se aleje de la ortodoxia, como "El Evangelio Según San Mateo" de Pier Paolo Passolini, siendo que hasta en parroquias la han mostrado. O también, la versión silente de Ben-Hur, que data de 1925, y que salvo los premios Oscar, nada tiene que envidiarle a la archiconocida producción protagonizada por Charlton Heston.

Ahora, en esto hay que considerar que se forma una suerte de círculo vicioso. Como ya no todos guardan el respeto por la muerte del Señor, ciertas familias abandonan sus ciudades y se van a vivir el fin de semana a la playa o a la montaña. Muchos se olvidan del aparato de televisión, y durante estas pequeñas vacaciones, existen escasas motivaciones para encenderlo. Entonces la cantidad de público disminuye, y por lo mismo, escasea la cantidad de potenciales clientes conque cuentan las casas comerciales. Finalmente, éstas no se molestan en ofrecer su mercancía, en un día que ya de antemano se sabe que está perdido. Luego, las televisoras no reciben ingresos, y como se trata de una jornada con casi nulos gastos, aprovechan la oportunidad para ahorrar. Como señalamos, el diseño de un círculo vicioso. La causa oculta, pero por lo mismo primera, que motiva a archivar los anuncios por venticuatro horas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario