domingo, 15 de marzo de 2009

Fundamentalismo

El término " fundamentalismo" ha sido tan manoseado y usufructuado en los últimos años, casi siempre con una connotación despectiva, que muchos han olvidado o simplemente no tienen oportunidad de conocer su verdadero origen ni las motivaciones que llevaron a acuñarlo. Entre ellos, un número importante de cristianos evangélicos, quienes ignoran que el vocablo surgió en el seno de los mismos pastores, reverendos y teólogos reformados del siglo XIX, con un significado muy diferente e incluso diametralmente opuesto al que se le atribuye hoy.

Ocurre que en esta centuria se crearon y prosperaron casi todas las teorías evolucionistas y progresistas alimentadas por el entusiasmo tecnicista provocado, a su vez, por la Revolución Industrial, entre las que se cuentan el positivismo, el socialismo científico y la selección natural de Darwin. Por unanimidad, tales propuestas tendieron a ver a la religión - entendida en términos del cristianismo occidental- como un paso intermedio entre la magia primitiva y la nueva era dominada por el conocimiento científico: en cualquier caso, el mundo de la fe constituía una solución imperfecta que debía ser superada. En Europa, este espectro ideológico contagió también a los teólogos evangélicos, quienes impulsaron lo que se denominó la exégesis liberal de la Biblia, que esencialmente cuestionaba los hechos más fantásticos narrados por las Sagradas Escrituras, además de objetar la autoría de los libros y en varios casos también su fecha de composición. De este modo, el Pentateuco - los cinco primeros tomos del Antiguo Testamento- nunca fueron escritos por Moisés ni se redactaron hacia el año 1.200 AC, sino que vieron la luz cuatro siglos más tarde, gracias a la imaginación de autores anónimos que se los atribuyeron a una figura histótica o legendaria importante, a fin de que sus contemporáneos creyeran la recopilación de relatos orales que había unido y transformado merced a su peculiar ingenio. Como una situación se halla inevitablemente ligada a la otra, entonces de ahí a negar la existencia de Moisés o de cualquier otro héroe bíblico faltaba un paso, y las Sagradas Escrituras se reducían a otro compendio mítico más.

En Estados Unidos, donde el desencanto eclesiástico no había penetrado tan fuerte, esto fue visto como una traición, que en palabras propias del conservadurismo religioso, significa que el diablo convenció a cristianos otrora fieles para que clavasen nuevamente a Cristo en la cruz. Actitud más repugnante incluso que el más mundanal de los paganismos. En protesta, conminaron a sus hermanos europeos a abandonar discusiones que para ellos resultaban superficiales y volver al auténtico " fundamento", que era el mensaje de salvación propuesto en la Biblia y que trascendía lo escrito por manos humanas, fueran éstas guiadas o no por una revelación. Había que predicar la palabra de Dios a los inconversos y no detenerse en los paradigmás sociológicos de un determinado pueblo o comunidad, pues al final las
Sagradas Escrituras existían para eso y no otra cosa. Los fundamentalistas nunca proscribieron abiertamente las investigaciones que sus colegas hacían en el Viejo Mundo, pero el sólo carácter de la contrapropuesta, que era reactiva y reaccionaria, despejaba toda duda, dando a entender que la atribuían a la exégesis liberal el mote del satanismo.

El fundamentalismo tenía buenos propósitos. De hecho, habría sido imposible concebir toda la obra misionera y social que las iglesias evangélicas han desarrollado estos últimos tiempos, sin su existencia, ya que algunas de sus orientaciones -que sería muy extenso de explicar aquí- permitieron abandonar la predestinación calvinista, idea predominante por entonces entre los reformados, especialmente en los europeos. Sin embargo, esta reacción extrema se convirtió en una cerrazón donde no sólo no ingresaba la teología liberal, sino buena parte del cúmulo de hallazgos y avances científicos que han caracterizado los últimos siglos. Entonces, el vocablo pasó a tener el sentido peyorativo que le conocemos hoy, cuando es utilizado para identificar a los católicos y musulmanes que promulgan discursos que sólo dan pie para la ridiculización de sus respectivos credos. Designación que no corresponde, si atendemos a su estructura doctrinaria. Se tendría que hablar, por ejemplo, de católicos integristas y de musulmanes yihadistas. En el caso de los evangélicos sí se puede hablar de fundamentalistas, para bien, y, lamentablemente, pero por culpa de los propios creadores del concepto, para mal.

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