domingo, 28 de diciembre de 2008

La Cohesión del Islam

Cada cierto tiempo, uno se hace la pregunta: ¿ cómo los musulmanes son capaces de reaccionar de manera conjunta ante cualquier estímulo externo, independiente de la naturaleza de éste? Porque, admitámoslo, siempre se nos aparece como un cuerpo sin disidencias, haya o no prejuicios occidentales de por medio. Y si hurgamos un poco, nos damos cuenta que sus componentes están lejos de expresar un pensamiento único. Por el contrario, las diferencias existen en los más diversos ámbitos: en el teológico, con la disputa entre sunnitas y chiítas ( que tiene exclusivamente ese carácter; en caso alguno guarda relación con lo político); en el ideológico partidista, con la cohabitación de integristas y liberales; en el social, con tendencias como el yihaidismo, al lado o al frente de agrupaciones más conservadoras, e incluso en lo cultural o lo artístico. Más aún: dentro del Islam se han dado casos de movimientos cuya actitud se aleja notoriamente de los postulados esenciales del credo, como los ismaelitas, los drusos o los musulmanes africanos. Y sin embargo permanecen ahí, en abierta comunión con sus vecinos más ortodoxos, en circunstancias que, dentro de cualquier confesión cristiana, tales coyunturas darían lugar a los más escandalosos y dolorosos cismas.

Se han elaborado muchas respuestas para explicar este fenómeno. Algunos dan como causa el fanatismo, pero esa actitud está presente en profesantes de todas las religiones. Otros acusan a la opresión histórica que supuestamente han sufrido los musulmanes: tampoco es una solución convincente, porque no siempre su territorio ha estado bajo dominio extranjero, e incluso hoy, países musulmanes con alta observación, como Indonesia o Malasia, gozan de prestigio en el resto del mundo. Una tercera causa, se dice, sería el carácter regional del islamismo: es cierto que Mahoma planteó su visión universal como un evangelio adaptado a los pueblos árabes; pero entre sus seguidores hoy se cuentan persas, turcos, magrebíes, filipinos, afganos, tobaguinos e incluso norteamericanos que nada tienen de ascendencia semítica, toda vez que el Corán admite y ordena el proselitismo. La solución a este dilema, no obstante, podría hallarse en la esencia teológica de este credo, bastante simple, y por lo mismo, fácil de entender por grandes masas de personas. Si damos un vistazo a la historia, tenemos que aquellas religiones que han perdurado en el tiempo, insisten en el monoteísmo, mientras que las corrientes politeístas tienden a quebrarse y a desaparecer. Lo cual resulta obvio, si se considera que en éstas se pueden formar partidos en favor de uno u otro dios, aún cuando dichas divinidades sean parte de una estructua jerarquizada, donde cada cual tiene su rol determinado, hecho finalmente aceptado por los mortales. Siempre es bueno, si se quiere trascender en el tiempo ( deseo final de todos los hombres religiosos), fundar un sistema monoteísta, porque las opciones de disensión se reducen a lo más mínimo, cuando pueden tener cabida.

Y en esto, el Islam nos da una lección. Es la religión más monoteísta que se ha inventado, y por eso la cohesión entre sus fieles es tan radical. En los credos orientales, la constitución informe del nirvana da origen a muchas situaciones ambiguas. Y el cristianismo, si bien insiste permanentemente con la idea del Dios único, tal planteamiento se halla mediatizado por la Trinidad. Es curioso: Dios es tres personas y tres son las grandes confesiones cristianas - catolicismo, evangelismo y ortodoxia-. Mientras, entre los musulmanes sólo existe Alá, Alá y Alá. Mahoma es un profeta un poco más perfecto que Jesús, que ascendió directamente a los cielos en recompensa por su obra; pero que siempre tuvo y mantuvo una naturaleza estrictamente humana, antes y después de su muerte física.

Esta cohesión extrema - y extremista- les permite a personas de etnias que, por mucho que vivan en territorios aledaños, son total y diametralmente diferentes, entenderse y crear un frente común, no ya en torno a su origen racial, que como buenos profesantes, han abandonado. En este caso, es más palpable que el dios es uno, que no puede ser imaginado de distintas maneras ni que pueda mutar de acuerdo al beneficio particular de algún feligrés. La posibilidad de crear ramificaciones se minimiza drásticamente, y cuando la hay, no es capaz de afectar el corazón o el cerebro mismo de la creencia. Tal vez, los apóstoles y los primeros padres, e incluso nuestro Dios cristiano, preveyeron esta situación, y se adelantaron en apuntalar y afirmar la importancia de la Trinidad. Como un freno a la "guerra santa" proclamada hasta la violencia no por una mayoría, aunque sí por un sector importante de los musulmanes, que no necesitan de santas sedes ni de inquisiciones para llevar sus iniciativas a cabo.

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