domingo, 10 de febrero de 2013

Irlanda: Desinfectando las Lavanderías

Durante el transcurso de la semana se dio a conocer una declaración pública del gobierno irlandés en la cual los integrantes de éste pedían perdón en cuanto representantes del Estado, por la existencia de los asilos de las hermanas Magdalena, una de las tantas infamias cometidas por la iglesia católica en la tierra de los duendes que contó con el apoyo de las autoridades civiles, y cuya existencia fue recreada de manera extraordinaria en el filme de Peter Mullan del año 2002 (censurado en su momento por el Vaticano, con llamados de por medio del papa y los cardenales a los feligreses instándolos a que se abstengan de ver dicha película, ya que estaba basada en un cúmulo de blasfemias y mentiras que por sólo constituir ofensas a la Santa Madre era causal para enviar a sus espectadores de cabeza al infierno sin pasar por el purgatorio). Cabe agregar que ya los prelados efectuaron un acto de similares características allá por el 2009, que tuvo un revuelo mediático mayor que el de ahora, en buena parte por los esfuerzos hechos entonces por los curas con la finalidad de convocar la mayor cantidad de micrófonos.

En cada territorio de Europa en donde prevaleció el catolicismo tras la Reforma sus gobernantes procedieron de manera peculiar y diferente al resto. España, cuya monarquía fue la más incondicional a la silla papal y en paralelo se transformó en la poseedora de un vasto imperio, se encargó de asegurar la supremacía del romanismo lo más que fuera posible, no tanto en términos políticos como de moral integrista. Francia, perdida su hegemonía tras el episodio de Avignon, llevó adelante un laicismo pragmático que osciló entre la total independencia del poder pontificio y el acercamiento diplomático con éste cuando sus intereses parecían amenazados, conducta esta última que incentivó cosas como la masacre de los hugonotes y el edicto de Nantes. Los múltiples y minúsculos -tanto desde el punto de vista de la extensión como del grado de influencia- Estados de la península italiana se remitieron a prestar sus ejércitos y jueces -como en la controversia con Galileo- cuando los prelados se los exigían a los diversos reyezuelos de la zona. Portugal, subordinada a los hispánicos, se comportó de acuerdo a su realidad, aunque en algunos pasajes demostró un mínimo de autonomía que en cualquier caso fue motivado por la conveniencia de las grandes fortunas que agrupaba en su seno, quienes preferían un trato hacia los indígenas y los esclavos que no se circunscribiera al principio de "la espada y la cruz". Lo mismo ocurrió con naciones de más al norte, como Polonia, Bélgica o Croacia, insertas en medio de culturas que profesaban otros credos, ortodoxos principalmente.

Debajo de todos quedó Irlanda, donde las muestras más características de la represión y la opresión del catolicismo llegaron a sus niveles más abyectos. En el contexto de un territorio en extremo pobre y atrasado, desconectado del resto de Europa debido a su condición insular y que no fue un país propiamente dicho sino hasta su independencia en 1922. Por lo que jamás existió durante el Renacimiento y por ende no pudo ejercer influencia alguna siquiera dentro de los marcos del romanismo (a pesar de que sus autoridades políticas y religiosas se encargaron de obedecer sus preceptos con un denuedo especial, comparable, si hacemos el parangón entre religiones, a los talibanes afganos respecto de la observancia del islam), lo cual a la postre se tradujo en que nadie le prestara atención a una isla poblada de campesinos que creían en ollas de oro. No había riquezas que extraer de ahí. Además de que los excesos que se producían contaban con el agrado de los pontífices, mientras que los reformados consideraban que no valía la pena gastar tanto en efectuar viajes a un lugar de escasa población donde sólo cabían agricultores supersticiosos. Bueno: no todos los reformados, pues los puritanos británicos -su metrópoli-, en especial a partir de Oliver Cromnwell, intentaron convertir a estos ciudadanos mediante el empleo de las armas y el sometimiento por hambre, lo cual al final consiguieron en la región norteña de Ulster. La influencia (nefasta) del Reino Unido sobre este pueblo, antes y después de la emancipación, se transformó en una muralla que enfatizó aún más el aislamiento, factor que a su vez contribuyó a aumentar la impunidad de unos regentes que se valieron del pretexto de la dominación primero política y luego económica de supuestos agentes externos para actuar con la más absoluta impunidad.

La iglesia católica, desde luego, es por lejos la principal responsable de las atrocidades cometidas en Irlanda, donde se aprovechó de una población pobre y un territorio sin posibilidad alguna de constituir el más mínimo peso político, y que por ende era incapaz de provocar acontecimientos noticiosos de impacto en la comunidad internacional, lo que a la larga se traducía en la total indiferencia y desinterés hacia sus habitantes. Pero de parte de los evangélicos también cupo una importante contribución a que estas aberraciones permanecieran en el tiempo ante la completa ignorancia del resto del mundo. Para comenzar, la negativa influencia de los reformados británicos, que contribuyeron a conservar el Estado de cosas. Y no sólo se trata de la reacción extremista que los sacerdotes llevaron a cabo contra su propio pueblo a causa de un subterfugio. Pues en la república irlandesa existe un puñado de congregaciones protestantes que al menos representan a la sexta parte de sus ciudadanos. ¿En alguna ocasión denunciaron estos crímenes, o se pararon frente a sus ejecutores con la finalidad de evitarlos o al menos reducirlos?

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