lunes, 19 de septiembre de 2016

Las Dos Acciones De Gracias

Cuando se efectúa la comparación entre la homilía emitida por el pastor Emiliano Soto, en el Te Deum evangélico, y la del arzobispo Ricardo Ezzatti, en su similar católico, uno no deja de notar la diferencia que existe entre un auténtico cristiano y un regente de la ramera babilónica. Y de paso, darse cuenta cuál de las dos corriente de fe es la que está en mejores condiciones de ofrecer un real aporte a la vida social del país.

Pues sí. Los dichos del pastor Soto pueden calificarse como oportunistas. Habló del sistema de pensiones chileno, contenido en las infames AFP, en un momento en que estas empresas están siendo objeto de un rechazo generalizado, cuyas manifestaciones más plausibles son las multitudinarias protestas callejeras de las últimas semanas y la rotación constante de sus detractores más furibundos por los diversos medios masivos de comunicación. Su oratoria, además, se prácticamente se concentró en esta cuestión, dando pie a que se alimentara el clásico mito -que a veces, por desgracia, adquiere vergonzosos ribetes de verosimilitud- de que los evangélicos no cuentan con un discurso teológico fuerte y sistemático, valiéndose en el mejor de los casos -como éste- de la contingencia para dar una apariencia de dominio de un tema determinado, rematando siempre en las mismas soluciones: arrepiéntete y clama que la solución vendrá desde lo alto (no fue así en esta coyuntura específica, de todas formas). Sin embargo, cabe destacar que el obispo Emiliano trató el tema desde el punto de vista del grupo que padece a causa de las míseras jubilaciones ofrecidas en el país: los ancianos. Los mismos a los cuales la Biblia en reiteradas ocasiones llama a respetar y escuchar, debido a la sabiduría adquirida producto de la dilatada experiencia vital. Y quienes por el ritmo de crecimiento demográfico de la población y el aumento de la esperanza de vida, serán un número cada vez mayor en proporción al resto de los habitantes.

En cambio, ¿cuál fue el punto central -destacado de modo unánime por la prensa, además- de la intervención de Ezzatti? Pues el manido tema del aborto, a propósito de otra coyuntura: la eventual aprobación de la interrupción externa del embarazo en las llamadas "tres causales", a saber la terapéutica, la inviabilidad fetal y la violación. Y con las mismas palabras e idéntica intención que en los anteriores Te Deum celebrados en la catedral de Santiago: que el asesinato de un bebé indefenso, que la vida del que está por nacer, y ese largo e insufrible etcétera. Uno puede estar o no de acuerdo con los malpartos, pero la odiosa forma en que los curas insisten una y otra vez en el asunto realmente fastidia, y todavía más, quita el incentivo de luchar contra esa práctica. Para empezar sus diatribas no son para nada conciliadoras, y se basan en la agresión y el insulto, que no necesariamente debe ser soez, ya que en ciertos casos sólo requiere de un tono de voz y una expresión facial de la cual muchos obispos católicos hacen gala, al tomar la actitud de un padre castigador e intolerante. Y de acuerdo: es posible que sea la postura corporal adecuada frente a una conducta prohibida para los seguidores de Jesús en cualquiera de sus variantes. Pero el problema es que cuando abren la boca, lo hacen -y el receptor lo nota en la primera escucha- con la seguridad de contar con un enorme respaldo económico detrás, de sujetos influyentes en la sociedad, entre los que se cuentan empresarios acaudalados y parlamentarios y juristas dispuestos a emplear todas las estratagemas probables para trabar una iniciativa que no les agrada, incluyendo algunas que se encuentran al filo de la legalidad. Y ésa es la certeza que recuerdan cada año: somos los dueños del país, o al menos estamos aliados con ellos. Propietarios entre quienes, por cierto, se ubica más de alguien que está a la cabeza de una AFP.

Muchos acusaron al pastor Soto de pronunciar un discurso alejado de la edificación cristiana. Varios alegaron que una acción de gracias no era el sitio adecuado para protestar, lo cual no deja de resultar curioso, en circunstancias que en años anteriores esas mismas personas aplaudieron las intervenciones en las cuales se condenaba la inmoralidad o las uniones civiles -no matrimoniales- tendientes a favorecer a las parejas homosexuales, o se exigía en avanzar hacia una mayor libertad de culto. Entre los detractores del obispo Emiliano estaban bastantes hermanos, pero igualmente individuos seculares a quienes les sorprendió que un reverendo evangélico se expresara con tanta claridad respecto de una situación con la cual tenían puntos coincidentes. Esos mismos, repitieron la monserga característica respecto de las religiones, o resucitaron la vieja interrogante de por qué debe existir un Te Deum aparte del católico, cuando este último es ecuménico y por ende todas las confesiones pueden intervenir en él. Cuando no señalaron, por enésima oportunidad, que las iglesias reformadas estaban plagadas de ignorantes y supersticiosos a quienes no se debía tomar en serio (prejuicio que en sí mismo reviste un carácter de superchería, y que aquí quedó demostrado como falso). Simple: se vieron superados por alguien que emitió unas declaraciones tan inesperadas como asertivas. Espero que con el tiempo cambien de opinión. Ojalá antes de jubilar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario