domingo, 11 de enero de 2009

La Ley Natural

El concepto de "ley natural" ha pasado a ser el eslogan de moda de la iglesia católica. Bajo su definición, se agrupa a una serie de normativas que todo ser humano debe cumplir, pues en caso contrario, atentaría contra la lógica de la vida, abriéndose camino, incluso de manera inconsciente, hacia su autodestrucción. En la práctica, con esta acuñación de palabras los papas y obispos justifican toda su amalgama de prohibiciones modernas y posmodernas, entre las que se cuentan el divorcio, la homosexualidad y la anticoncepción. Dicen que estas actitudes van en contra de la naturaleza, lo cual nos hace suponer, porque nunca lo mencionan, que por ende se oponen al plan de Dios.

Si bien existe una cita bíblica ( Romanos 1:26-27), desde donde se puede extraer dicho término, la manera en que lo comunica la iglesia romanista huele menos a teología que a seudociencia, una característica propia del sectarismo y la superstición, y que trataremos más profundamente en un próximo artículo. Por ahora, basta recordar lo que quedó estipulado hace unas semanas atrás: que el cristianismo, a diferencia del resto de las religiones, cuenta con su propia rama del conocimiento, la teología, y por lo mismo no necesita recurrir a otra cuando se quiere presumir de sabihondo. Desde luego, eso también excluye cualquier posibilidad de manipular la ciencia al arbitrio personal, ya sea para mostrar capacidad de diálogo o evitar ser tildado de fanático. Porque, aunque la fe y la razón deben coexistir y ayudarse mutuamente, sin embargo no pueden mezclarse al extremo de la confusión, pues el resultado es un híbrido rebuscado, cuya sensación externa es la de satisfacer intereses personales antes que divulgar un mensaje edificante.

Y es aquí donde el catolicismo se empantana en su propio fango. Pues los curas nos exhortan a obedecer la ley natural, pero no se atreven a afirmar que ése es el plan de Dios. A lo mejor, para no ser objeto de mofa por parte del mundo secularizado, han optado por jugar igual que ellos y sacar a Dios de la conversación cotidiana, como símbolo de una vergüenza que no están dispuestos a soportar. O bien, atendiendo a ese mismo miedo al ridículo, han considerado que ambas frases son sinónimos, y por lo mismo se pueden intercambiar sin temor a caer en pecado. El problema es que al escuchar cada combinación, en el oyente se genera una clara bifurcación de sentidos, aunque el contexto y el ambiente sean los mismos en cada caso. Así, por "plan de Dios" entendemos que la explicación se reduce al ámbito estrictamente religioso, mientras que "ley natural" nos lleva a trascender esa esfera, asociando la discusión con otras áreas del saber. Luego, un ciudadano poco informado podría sacar lecciones positivas de esto, pues le parece que la iglesia católica es una institución comparable a los laboratorios o las publicaciones científicas, cuando lo que hace en realidad es lanzar un discurso tan ideológico como contradictorio y vacío, que termina flotando en la atmósfera como una cortina de humo.

Que no se malinterprete. El motivo de este artículo no es descalificar al catolicismo por su posición respecto de temas culturales que siempre me han llamado la atención y en los cuales, mi postura es diametralmente opuesta a la de los curas. Pero si ellos quieren debatir, háganlo en los términos adecuados y no se desvíen por la tangente inventando argumentos desafortunados que, al final, muestran su tirria al debate y la búsqueda de una acomodaticia conveniencia. Si vuelven a hablar de Dios y se circunscriben nuevamente a la teología, es probable que encuentren contendores de peso, que incluso les podrían hacer dudar de sus creencias. Pero igualmente sus ideas adquirirán mayor validez, y hasta capaz que logren convertir a una que otra oveja descarriada. Acuérdense que la propia Biblia dice que no todos serán salvos, y que el proselitismo es un juego cuyo premio máximo es la conversión del otro, y dicho premio a veces se gana, y a veces lo obtiene el contendiente

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